Allegro molto

“Hemos hecho”, “estamos haciendo”, “hemos convocado”, “números, números, números…”; la vieja cristiandad con sus numeritos, buscando cantidades y olvidando corazones, buscando rellenar y apartando el acompañar.

Puede parecer duro, pero en ocasiones nos encontramos con una “vieja cristiandad” más preocupada en dar la sensación de “éxito” que en lograr la conversión y trastocar la vida con el mensaje de Jesucristo, con la misión que a todos nos llama y en la que hemos sido llamados.

Leyendo titulares de las últimas semanas, releyendo textos, acompañando a personas y a pequeñas comunidades parroquiales, aprecias que algunos no han entendido, todavía, la importancia del discipulado misionero y de los pequeños números, de la lógica de las pequeñas cifras.

Estamos más preocupados en llenar titulares con 800, 1.000 o 20.000 personas; empujamos para parecer que la “vieja cristiandad” aún se mantiene, pero estamos olvidando que algo ocurre cuando, más datos, en muchas comunidades parroquiales vemos uno o dos bautizos, más de cincuenta fallecimientos y ninguna conversión misionera en su proceder diario…, por lo que algo no estamos haciendo…

La vieja cristiandad se presenta como un candado oxidado y fuera de uso, pero además un candado que no nos posibilita acceder a nuevos espacios, imposibilitando, clara y nítidamente, actuar al Espíritu Santo. No, ¡es más!, usamos ese candado para que el Espíritu Santo no se escape y no nos facilite su constante sorpresa.

Este candado de vieja cristiandad sigue preocupado en intentar ocupar espacios políticos; eso sí, con una clara identidad cromática: puede ser azul o naranja, pero nunca confundir con el rojo o el morado, entre otros colores. En ocasiones olvidamos que el Evangelio supera todas las gamas cromáticas y los tópicos en los que caemos, una vez y otra, todos y cada uno de los hombres y mujeres.

La vieja cristiandad nunca mirará otras cifras más importantes. Por ejemplo, el Mediterráneo y los ¡cientos y miles de muertos! permitidos y tolerados por los países, que miran hacia otro lado. Además, tengamos urgentemente en cuenta, los ¡cientos, miles y millones de muertos por la pobreza, olvidados de los medios de comunicación y de todos y cada uno de nosotros!

Ya lo recordaba el Papa Francisco en Evangelii Gaudium “Es indispensable prestar atención para estar cerca de nuevas formas de pobreza y fragilidad donde estamos llamados a reconocer a Cristo sufriente, aunque eso aparentemente no nos aporte beneficios tangibles e inmediatos: los sin techo, los toxicodependientes, los refugiados, los pueblos indígenas, los ancianos cada vez más solos y abandonados, etc.” (n. 210).

La vieja cristiandad está caduca. Está agotada. Necesitada de alegría. De revitalizar. De compartir. De salir. La vieja cristiandad nunca mirará las cifras que “no son importantes”, pero siempre encontraremos el testimonio de un misionero que nos hará salir de las cifras no importantes para adecuar y educar nuestra mirada a lo esencial: el Evangelio y lo que nos demanda.

Los numeritos a la “papelera de reciclaje”. Seamos capaces de abrirnos a la Vida, centrándonos en comprender el verdadero sentido de la misión de Jesús, que solo lo podremos hacer siguiéndole de cerca y conviviendo con él. Su ejemplo, el de Jesús, nos hará dejar de lado la vieja cristiandad para acercarnos y encontrarnos al ser humano, ¡a todos y cada uno de los hombres y mujeres!, penetrando en su vida, haciéndonos camino para que la vieja cristiandad quede, definitivamente, abolida.

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