Globalización de la indiferencia

Existe un término ante el que especialmente nos alarma e interpela el Papa Francisco: se trata de la indiferencia.

Parece una constante insistencia en sus gestos y palabras, en sus discursos y reflexiones. No es algo puntual, sino que nos presenta ante uno de los grandes problemas del siglo XXI, que provoca mucho daño en la sociedad, en las comunidades parroquiales, en las familias, en general en el ser humano.

Nos dice el Papa Francisco en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium que “se ha desarrollado una globalización de la indiferencia”. La cuestión primordial es que no somos capaces de ponerla freno, que nos somos capaces de asumir respuestas ante ella, que parece que nos hemos instalado tan “cómodamente en la indiferencia” que mejor no hacer nada.

20180121 La indiferencia

Dejo las palabras del Papa en el numeral 54 de Evangelii Gaudium:

En este contexto, algunos todavía defienden las teorías del «derrame», que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando. Para poder sostener un estilo de vida que excluye a otros, o para poder entusiasmarse con ese ideal egoísta, se ha desarrollado una globalización de la indiferencia. Casi sin advertirlo, nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos, como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos incumbe. La cultura del bienestar nos anestesia y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras todas esas vidas truncadas por falta de posibilidades nos parecen un mero espectáculo que de ninguna manera nos altera”.

¿Qué nos ocurre?, ¡qué nos pasa! Estamos anestesiados, nos hemos hecho inmunes ante la indiferencia, nos da igual lo que ocurra a nuestro alrededor… ¡qué nos ocurre!

No es extraño que, poco después, el Papa Francisco afirme que “La cómoda indiferencia ante estas cuestiones vacía nuestra vida y nuestras palabras de todo significado” (EG 203). ¡Nos vacía por partida doble: nuestra vida y nuestras palabras! ¿Acaso no es preocupante? Pero seguimos mirando desde la barrera, sin adentrarnos y sin querer mancharnos. Es más fácil mirar desde la barrera, porque así nunca nos mancharemos y nunca saldremos heridos, pero ya sabemos que en estos momentos es mejor una Iglesia herida que una Iglesia enferma.

El mismo numeral 203 nos dice: “La dignidad de cada persona humana y el bien común son cuestiones que deberían estructurar toda política económica, pero a veces parecen sólo apéndices agregados desde fuera para completar un discurso político sin perspectivas ni programas de verdadero desarrollo integral. ¡Cuántas palabras se han vuelto molestas para este sistema! Molesta que se hable de ética, molesta que se hable de solidaridad mundial, molesta que se hable de distribución de los bienes, molesta que se hable de preservar las fuentes de trabajo, molesta que se hable de la dignidad de los débiles, molesta que se hable de un Dios que exige un compromiso por la justicia. Otras veces sucede que estas palabras se vuelven objeto de un manoseo oportunista que las deshonra. La cómoda indiferencia ante estas cuestiones vacía nuestra vida y nuestras palabras de todo significado. La vocación de un empresario es una noble tarea, siempre que se deje interpelar por un sentido más amplio de la vida; esto le permite servir verdaderamente al bien común, con su esfuerzo por multiplicar y volver más accesibles para todos los bienes de este mundo.”.

Son muchas molestias las que no queremos tener cerca de nosotros, el Papa nos las dice: la solidaridad mundial, la distribución de los bienes, las fuentes de trabajo, la dignidad de los débiles, hablar de un Dios que exige un compromiso por la justicia… y ante todo ello, ¿qué haces tú, discípulo misionero?, ¿qué planteas y provocas?, ¿cuál es tu respuesta?, ¿cuál es tu silencio?, ¿cuál es tu miedo?

El Evangelio nos impulsa para no dejarnos atrapar por la indiferencia. Los misioneros nos dan el testimonio de una clara respuesta ante la indiferencia. Pero ¿y tú, y nosotros, en nuestra comunidad parroquial, vamos a seguir viviendo y sirviendo a la indiferencia? Todo depende de tu valentía en vivir la alegría del Evangelio, que hará desprenderte de todo lo que tapa de tus ojos para vivir claramente la solidaridad y las periferias.

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