Cantalamessa: Más preparados para ser «pastores» que para ser «pescadores» de hombres
La Cátedra de Misionología de la Universidad Eclesiástica de San Dámaso está de aniversario: ¡10 años reflexionando e impulsando la Teología de la Misión: la misionología! Por ello debemos felicitar a Obras Misionales Pontificias de España por su trabajo en la difusión de la formación y la animación misionera. Son los esfuerzos y el trabajo de un equipo, pilotado por Anastasio Gil, que poco a poco dan frutos, sabiendo que el tiempo es superior al espacio (EG 222).
Anoche se vivía un acontecimiento importante, de los que marcan e impulsan el camino misionero. Tuvimos la suerte de poder asistir a la conferencia que pronunció el Padre Raniero Cantalamessa sobre un aspecto esencial: “El Espíritu Santo, alma de la Misión”. Seguro que muchos otros seguirán el camino, ahora abierto por Obras Misionales Pontificias en España, de convocar otros encuentros parecidos.
El Padre Cantalamessa nos dejó indicaciones interesantes, que nos ayudan para esta época evangelizadora, volviendo la mirada a lo esencial: Jesucristo. Dos palabras claves: oración y rectitud de intención.
Oración: “Creo que no hay don más precioso para un anunciador o un pastor de almas que tener a su alrededor a un grupo de personas con las que orar con sencillez, como hermanos entre hermanos, sin distinciones de grado, de jerarquía. Tal y como estaban los apóstoles con las mujeres y los discípulos en el cenáculo, antes de salir por las calles de Jerusalén. Después, cuando están ante el pueblo, los apóstoles retoman sus vestiduras de apóstoles y su autoridad. En Hch 4 se ve cómo está la comunidad en oración, con la fuerza de los carismas que se manifiestan en ella, que devuelve el valor a los apóstoles Pedro y Juan, amenazados por el Sanedrín e inseguros sobre qué hacer, de forma que vuelven a anunciar con franqueza (parresia) a Cristo”.
Rectitud de intención: lo importante es hacerlo por Él, evangelizar por Él, predicar por Él. Dice Cantalamessa: “Después de la oración, un medio importantísimo para permitir al Espíritu Santo que obre a través de nuestra predicación y, en general, a través de todo nuestro ministerio pastoral, es la rectitud de intención. El hombre ve lo externo, pero Dios escudriña las intenciones del corazón (cf. 1 Sam 16,7). Una acción vale para Dios lo que vale la intención con que se hace. El Espíritu Santo no puede actuar en nuestra evangelización, si el motivo de la misma no es puro. No puede hacerse cómplice de la mentira. No puede venir a potenciar nuestra vanidad.
Entonces, debemos preguntarnos: ¿por qué queremos evangelizar? ¿Por qué queremos dedicar este milenio a una evangelización mundial? El «por qué» se predica es casi tan importante como el «qué» se predica. Nada ofusca y disminuye tanto el poder de nuestra predicación como la falta de pureza en las intenciones. Hago referencia a dos direcciones en las que es necesario trabajar, sobre todo, para purificar nuestras intenciones: la humildad y el amor.
San Pablo pone de manifiesto que se puede anunciar a Cristo por motivos no buenos y no rectos: «Algunos predican a Cristo por espíritu de envidia y competencia, … por rivalidad» (Flp 1,15-17). Hay dos fines fundamentales por los que predicar a Cristo: o por nosotros mismos, o por Cristo. Consciente de esto, el Apóstol declara solemnemente: «No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo» (2Co 4,5)”.
Pero además insistió en algo que debe hacernos mirar realmente los métodos evangelizadores que estamos realizando. Nos encontramos en la disyuntiva entre la pastoral de mero mantenimiento o la pastoral misionera. ¿En cuál arriesgamos más?, ¿en dónde ponemos con todo énfasis la fuerza del Evangelio? Sin duda en la pastoral misionera, pero para ello debemos transitar un camino difícil, complicado, no exento de dificultades e incluso de contrarios (por no decir enemigos) ad intra de la Iglesia.
Decía Cantalamessa: “Nosotros, católicos, estamos más preparados, por nuestro pasado, para ser «pastores» que para ser «pescadores» de hombres, es decir, estamos más preparados para apacentar a las personas que han seguido fieles a la Iglesia que para atraer nuevas personas a ella, o a «repescar» a las que se han alejado”. Está todo dicho: nos situamos mejor en el mantenimiento que en salir, nos encontramos más cómodos encerrados, gestionando “lo poco que queda” que poner todas nuestras energías y pasión en encontrarnos con el pueblo y en el pueblo.
Esto nos lleva a indicar dos peligros principales en la evangelización, que el Predicador de la Casa Pontificia también expuso en sus palabras:
- La inercia, la pereza, el no hacer nada y dejar que los demás hagan todo.
- Lanzarse a un activismo humano febril y vacío, con el resultado de perder poco a poco el contacto con la fuente de la palabra y de su eficacia.
Ambas cosas nos llevarán al fracaso. Ante ello, “cuanto más aumenta el volumen de la evangelización y de la actividad, más debe aumentar el volumen de la oración”. Alertaba Cantalamessa: no es que falta la palabra, por el contrario, cuanto menos se reza, más se habla, pero son palabras vacías, que no traspasan el corazón de nadie. Palabras “inútiles”.
Nos encontramos en puertas de la Semana Santa, ¡qué época más propicia para la oración! Vivamos la frescura de la oración y la vida de la Eucaristía: para vivir y afrontar la vida con entusiasmo misionero.
En el siguiente vídeo, gracias a OMP España, podréis visionar la conferencia completa de Cantalamessa. ¡No perdáis la oportunidad de verlo y compartirlo!
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