Desafiando la conciencia adormecida de la humanidad
“… el Señor se deja contagiar por su espíritu misionero…”, con esta frase, que el Papa Francisco pronunció en su homilía en la Santa Misa Crismal, del jueves 29 de marzo, podemos encontrar una invitación a vivir con intensidad misionera la Pascua de Resurrección.
Hablar de “contagiar” es hacer visible y testimoniar la alegría y la transformación que provoca en nosotros el encuentro con Cristo Resucitado, la vivencia del Evangelio, la fuerza del Espíritu Santo, en definitiva, hacer palpable ante la sociedad nuestra esperanza misionera.
“Contagiar” debe ser uno de nuestros métodos de evangelización, de vivir la misionariedad. Como en otra ocasión afirmó el Papa Francisco, se trata de vivir una “misionariedad generalizada”, es decir, “poner a la Iglesia en estado permanente de misión, realizar actos de índole misionera sí, pero en el contexto más amplio de una misionariedad generalizada: que toda la actividad habitual de las iglesias particulares tengan un carácter misionero y esto en la certeza de que la salida misionera, más que una actividad entre otras es paradigma, es decir, es el paradigma de toda la acción pastoral”.
¿Acaso no nos sentimos “contagiados” cuando alguien ríe con intensidad a nuestro lado?, ¿realmente no nos sentimos movidos de manera especial cuando a nuestro lado sentimos alegría y emoción? Contagiarse de una “sonrisa”, de “alegría y emoción” es aparentemente sencillo, entonces, ¿qué provoca que no podamos contagiar con la máxima alegría que posee el hombre y la mujer en este momento: Cristo?
Esta Pascua debe servirnos para vivir la alegría del encuentro, pero también para seguir profundizando en nuestra conversión misionera. Como señalaba el Papa Francisco en la citada homilía de la Santa Misa Crismal: “La cercanía en la conversación espiritual la podemos meditar contemplando el encuentro del Señor con la Samaritana. El Señor le enseña a discernir primero cómo adorar, en Espíritu y en verdad; luego, con delicadeza, la ayuda a poner nombre a su pecado, sin ofenderla; y, por fin, el Señor se deja contagiar por su espíritu misionero y va con ella a evangelizar a su pueblo. Modelo de conversación espiritual es el del Señor, que sabe hacer salir a la luz el pecado de la Samaritana sin que proyecte su sombra sobre su oración de adoradora ni ponga obstáculos a su vocación misionera”.
Es el momento de vivir una esperanza fuertemente misionera en esta Pascua de Resurrección. El Papa Francisco ya nos indicaba, en el pasado Viacrucis, que debemos mirar a los misioneros, a su labor, fijándonos en “la esperanza porque tantos misioneros y misioneras siguen, todavía hoy, desafiando la conciencia adormecida de la humanidad arriesgando la vida para servirte en los pobres, en los descartados, en los emigrantes, en los invisibles, en los explotados, en los hambrientos y en los encarcelados”.
Nuevamente nos encontramos ante una interpelación que surge en el Evangelio de San Mateo, capítulo 25, en el que tantas veces posiciona su mirada el Papa Francisco. Y tú, ¿ante qué hoja de ruta te posicionas? Es el momento de despertar la conciencia… ¡Cristo ha resucitado!, pero, ¿resucitas con Él o sigues anclado en la piedra que algunos se ponen el Viernes Santo y nada más?
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