Misioneros apasionados: alegraos y regocijaos

El Papa Francisco nos ha regalado una nueva Exhortación Apostólica que nos tiene que ayudar ¡a todos! para caminar como discípulos misioneros en nuestro constante peregrinaje.

Como título, ya lo habéis visto y seguido en los medios de comunicación, en nuestra Revista 21, es GAUDETE ET EXSULTATE, “Alegraos y regocijaos” (Mt 5,12). El Papa Francisco nos pone nuevamente en la estela de la “alegría”. Posiblemente sea una de las palabras que más utiliza en sus locuciones, homilías, escritos… la ¡alegría!, que nos hace mirar, de manera particular en estos días, la alegría del Resucitado: la fortaleza de nuestra fe.

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Ayer tuve la oportunidad de hacer una primera lectura tranquila, sosegada, en la que acercarme a lo que plantea la Exhortación Apostólica sobre el llamado a la santidad en el mundo actual. Es un documento ágil, de fácil lectura, de ejemplos muy concretos y determinados para la vida cristiana.

La hoja de ruta se plantea sobre las Bienaventuranzas, el protocolo de actuación sobre el capítulo 25 del Evangelio de San Mateo. Y ante todo lo demás sugiero, como ayer hacía en su Twitter José María Rodríguez Olaizola SJ que “Ante la exhortación apostólica del papa, un único consejo: que no la lean por ti, que no te la den interpretada, ni resumida, ni simplificada, ni en dos tuits, que no te digan qué dice. Léela tú. Lo más libre de prejuicios que puedas…”.

Algunos ya están con lupa mirando las palabras del Papa Francisco, por si pueden encontrar algo “raro”, pero lo cierto es que leerla, acercarse a ella, te ayudará a la oración, al impulso misionero, al compromiso misionero.

Las palabras son claras, y nos cuestionan: “… la Iglesia no necesita tantos burócratas y funcionarios, sino misioneros apasionados, devorados por el entusiasmo de comunicar la verdadera vida” (n. 138).

¡Misioneros apasionados!, ¡misioneros alegres y gozosos! Y es que queda muy claro, en la Exhortación, que tu misión está en Cristo (números 19 – 24). Nos dice el Papa Francisco en diferentes números de la Exhortación:

  • Cada santo es una misión; es un proyecto del Padre para reflejar y encarnar, en un momento determinado de la historia, un aspecto del Evangelio.
  • Esa misión tiene su sentido pleno en Cristo y solo se entiende desde él.
  • Tú también necesitas concebir la totalidad de tu vida como una misión.
  • Pregúntale siempre al Espíritu qué espera Jesús de ti en cada momento de tu existencia y en cada opción que debas tomar, para discernir el lugar que eso ocupa en tu propia misión.
  • ¿Acaso el Espíritu Santo puede lanzarnos a cumplir una misión y al mismo tiempo pedirnos que escapemos de ella, o que evitemos entregarnos totalmente para preservar la paz interior? Sin embargo, a veces tenemos la tentación de relegar la entrega pastoral o el compromiso en el mundo a un lugar secundario, como si fueran «distracciones» en el camino de la santificación y de la paz interior. Se olvida que «no es que la vida tenga una misión, sino que es misión».
  • Miremos a Jesús: su compasión entrañable no era algo que lo ensimismara, no era una compasión paralizante, tímida o avergonzada como muchas veces nos sucede a nosotros, sino todo lo contrario. Era una compasión que lo movía a salir de sí con fuerza para anunciar, para enviar en misión, para enviar a sanar y a liberar. Reconozcamos nuestra fragilidad pero dejemos que Jesús la tome con sus manos y nos lance a la misión. Somos frágiles, pero portadores de un tesoro que nos hace grandes y que puede hacer más buenos y felices a quienes lo reciban. La audacia y el coraje apostólico son constitutivos de la misión.
  • … una verdadera salida de nosotros mismos hacia el misterio de Dios, que nos ayuda a vivir la misión a la cual nos ha llamado para el bien de los hermanos.

En conclusión, la Exhortación Apostólica Gaudete et Exsultate, sobre el llamado a la santidad en el mundo actual, es una llamada a vivir la misión, a sentirnos discípulos misioneros, y a asumir nuestra misión en la vida. No es algo accesorio, ni externo, ni ajeno a nosotros: la misión es nuestra vida.

Por eso mira a los misioneros apasionados, ¡conviértete en uno!, para entender que la santidad está al “alcance” de la mano, está al alcance de tu vida, si eres capaz de abrirte a la alegría de Cristo, a la alegría del Resucitado.

¿A qué esperas? ¡Alégrate y goza!

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