Migraciones, exilio y pedagogía del encuentro
La historia parece repetirse y en ocasiones no queremos darnos cuenta. Llevamos años dando la espalda a las migraciones, a los exilios (forzados y provocados), a todo lo que conlleva el significado de “diferente”, sin afrontarlo de cara, con la palabra y con las obras.
Estos días nuevamente las migraciones y el exilio salen a la palestra informativa. Una vez más. Pero pudiera parecer que en Europa hemos avanzado poco, o al menos no hemos querido mirarnos en el espejo de nuestra propia historia, que en el caso de España es aún más significativo.
En 1940, cuando miles de exiliados fueron forzados a abandonar España, sintiendo que Europa quemaba sus pies, algunos españoles migrados, los españoles exiliados, vivieron el abandono más absoluto, sintiéndose encerrados en bodegas de un barco, el “Cuba”, en una bodega donde la asfixia y condiciones difíciles eran el día a día.
Eulalio Ferrer Rodríguez, exiliado español, cervantista universal, recoge en Páginas del Exilio (Editorial Aguilar, 1999) qué vivían, cómo lo afrontaban, cómo lo sufrían. Recogiendo muchos de los testimonios de hoy día, de los migrantes, podría existir un gran paralelismo. Decía Ferrer: “Damos por terminada una etapa de duras vicisitudes y nos disponemos a emprender otra, con el mismo espíritu de esperanza. No importa lo que nos espere. Seguimos creyendo que vivir es vencer”. ¡Vivir! Es lo que empuja a todo migrante, a todo exiliado, a todo refugiado, su deseo más íntimo de vivir y de sacar adelante a su familia.
Pero ¿cuál es nuestra respuesta?, ¿cuál está siendo la respuesta de Europa? Volvamos al “Cuba”, en aquellos días de julio de 1940. En un periódico de un país americano se decía, ¡atentos!, “los refugiados españoles que han llegado en el “Cuba” son unos indeseables y no merecen la hospitalidad”. En aquel momento solo un país, México, abrió sus puertas y fronteras, de manera generosa, a los exiliados españoles. México abrió sus puertas a España, como ahora España abre sus puertas y fronteras, pero sigue siendo insuficiente.
Señala Eulalio Ferrer, “hemos pisado tierra mexicana y nos reciben con regocijo y música (…) Se derraman las lágrimas y los vítores (…) Es el oxígeno que necesitábamos. ¿Qué haremos mañana?, pregunta mi madre. ¡Vivir!, le contestamos, después de esta aventura de 41 días en la mar”. Este testimonio de un exiliado español es de plena actualidad, el reflejo de lo que viven muchas personas en todo el mundo, pero que particularmente en el Mediterráneo encuentran su cárcel y su cementerio, metafórica y realmente.
El exilio español, tan maltratado en la historia, nos vuelve a ofrecer el indicador para afrontar estos momentos complicados: la pedagogía del encuentro, la pedagogía de la vida. Todo el que ha vivido la migración, el exilio, el refugio, aporta a su mirada algo nuevo y diferenciador, que es el máximo respeto para los que luchan por vivir.
Europa, ¿a qué esperas para despertar? Tú que has sido país de exilios y refugios constantes, tú que has sido esplendor, pero también sombra, de la historia provocando conflictos… y ahora ofreces tu espalda a los miles de personas que únicamente buscan libertad y respeto. Ciertamente la migración es un desafío particular, que nos debe llevar a promover la acogida y afrontarlo con la apertura de un país que siente deuda histórica con otros países que anteriormente nos acogieron: México es el preclaro ejemplo de quien abrió sus fronteras a españoles que habían sido desechados y que habían sido señalados con el estigma de una dictadura que creía vencer en aquel momento.
Fruto de ese generoso encuentro nació en Guanajuato, la Capital Cervantina de América, el Museo Iconográfico del Quijote. Un Museo dedicado no solo al más universal personaje literario sino también al exilio español, al que hoy día tenemos que poner como ejemplo para nuestro trato a los migrantes que llegan a nuestras costas. Pero también fruto de ese generoso encuentro podemos encontrar otras huellas en Castilla – La Mancha: El Toboso, Tembleque, Alcázar de San Juan, Ciudad Real, Toledo… han sido marcadas por la gratitud de Eulalio Ferrer, para el que nunca hubo rencor, pero sí necesidad de dignidad.
Acoger, proteger, promover e integrar son las cuatro actitudes que nos pide el Papa Francisco, como respuesta ante el flujo migratorio. Las mismas se aglutinan en la pedagogía del encuentro, que sale y se nutre en el darse de persona a persona, siendo necesario transitar de un enfoque estratégico-político a un enfoque más socio-humanitario.
La solidaridad no puede ser una segunda opción de la geopolítica sino la primera opción en el debate político. ¡Esto es inaceptable! No podemos seguir permitiendo refugiados de primera y segunda clase en el siglo XXI, no podemos permitir más excluidos de toda posibilidad para tener posibilidades. Los cristianos debemos estar al frente de una respuesta clara que acompaña a las migraciones. Los cristianos no pueden estar dando un mensaje dudoso frente a las migraciones. Los cristianos solo podemos ser puente que promueva la integración, la complementariedad, superando las barreras existentes y haciendo realidad espacios de encuentro y vida.
Los cristianos asumimos la interculturalidad como paradigma y clave hermenéutica geopolítica que garantice una verdadera humanización del mundo. Y en ello los primeros, abriendo camino y siendo ejemplo, los mayores valedores de esa apertura, como siempre, los misioneros.
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