Tiempo de Cuaresma
Esta semana comenzamos el tiempo de cuaresma y para mí es una época muy especial del año, porque significa vivir el encuentro con Jesús, su entrega en el Amor al Padre y a la humanidad. A lo largo de estos días nos vamos preparando con la ayuda de la oración como búsqueda constante de Dios, fuente inagotable de vida; la limosna que nos ofrece la oportunidad de entregar lo mejor de uno mismo; y el ayuno, sinónimo de austeridad y compromiso con los más necesitados.
En este tiempo de cuaresma somos más conscientes de poner en práctica todas aquellas actitudes que nos asemejen a Jesús, que ante todo, nos demuestran la manera de ser de Dios: revelándose en la debilidad y la pobreza, vaciándose totalmente para ser uno de nosotros, despojándose de todo ropaje de poder y riqueza.
Pero ¿cómo una persona común y corriente, en una sociedad como esta, puede aprender a ser pobre como Jesús?
Siendo agradecidos con todo y con todos. Este es el primer paso. Agradecer todo significa disfrutar de las cosas y las personas por lo que son: dones de Dios. Por tanto, poseedoras de gracia en sí mismas.
Tomar conciencia de que todo es gracia, regalo, don para el mundo y no podemos apropiarnos en exclusiva de nada.
Respetarlo todo, cuando hay apropiación, la gratuidad se pierde por el camino. Por eso hemos de dejar que fluya, que llegue al cauce del que todo procede.
Siendo servidores humildes de los demás, sin reservas, sin ambigüedades.
Aprender a ser pobre significa despojarse de todo aquello que me impide disfrutar plenamente de las cosas, las situaciones y las personas. Por eso la cuaresma es un tiempo precioso para convertir todas esas miserias que se presentan como obstáculos en el día a día, en oportunidades de reconciliación. Sólo hace falta prepararse por dentro, para dar lo mejor por fuera.
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