En todo amar y servir

Seguramente ya habréis visto o escuchado la noticia de las elecciones presidenciales en El Salvador y todo el revuelo que ha levantado. Finalmente la victoria ha sido para el candidato del FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional), Salvador Sánchez Cerén. Lo he corroborado con varias personas que han vivido de cerca todo el proceso. Pero no voy a entrar en un análisis político-social de la situación del país. Esta vez no he tenido la oportunidad de vivir esta experiencia con mi gente querida. Sólo cuando sientes y experimentas una realidad desde dentro, eres capaz de hablar con mayor autenticidad. Así que no haré una valoración sobre este proceso. Pero si me apetece rememorar algunos trazos de historia, de cuando el FMLN se conforma como movimiento de revolución.

Imaginar por un instante lo que pasaría si por estudiar en la universidad un día cualquiera te secuestraran, torturaran y violaran hasta la muerte; imaginar a los campesinos arrancados de sus tierras, también pisoteados y asesinados… Así porque sí. Nada justifica un proceder tan inhumano. Estos episodios se agudizaron a finales de los setenta -contexto en el que matan a Rutilio Grande, 12 de marzo de 1977– desembocando en la guerra civil a principio del ochenta –marcado con el asesinato de Monseñor Romero, 24 de marzo de 1980– hasta la firma de los acuerdos de paz el 16 de enero de 1992.

La espada Damocles pendía sobre tu cabeza si estudiabas en la UCA o en la Universidad Nacional. Según la inteligencia militar los primeros eran la cabeza, los segundos los que agarraban el fusil. Recuerdo las palabras del mayor de mis hermanos “menos mal que sos pequeña, sino ya estarías en la guerrilla”.

Y es que de haber tenido unos años más, probablemente, yo también habría sido guerrillera. No se equivoquen conmigo. No me gustan las guerras. Me horrorizan las armas, son instrumentos de muerte. Pero cuando uno vive en un contexto de guerra, esa posibilidad no queda totalmente descartada. Cuando ves la suerte que corren personas como Rutilio Grande,  Monseñor Romero, los jesuitas de la UCA en 1989, entre otra mucha gente humilde que luchó no con fusiles, sino con testimonio y palabra encarnada denunciando la terrible situación que aguantaba la gente: los estudiantes, por alimentar sus ideas; los campesinos, por alimentar a sus familias, cultivar la tierra…

Gracias a Dios no tuve que elegir. Era pequeña, pero la guerra de alguna manera me eligió a mí. A los 12 años tuve la certeza de que estudiaría en la universidad de los jesuitas. No sabía entonces que me decantaría por el periodismo, pero estaba segura que este sería el lugar elegido. Otro día quizá cuente las circunstancias de esta elección.

Volvamos al FMLN. Ha ganado las elecciones presidenciales y deseo fervientemente tres cosas: la primera es que no olvide su historia reciente, para que no comenta los mismos errores, un país que deja de lado su historia pierde el norte; la segunda es que no de rodeos a la hora de afrontar los grandes problemas del país –violencia, inseguridad, pobreza, desigualdad…-  y que siguen cobrando día tras día sangre inocente ; y la tercera es que no olvide que debe total fidelidad al pueblo salvadoreño, pero sobre todo, a los más pobres, a los marginados, aquellos que nada tienen, ellos son los primeros. Esto no se debe olvidar nunca.

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