En todo amar y servir

“Nadie se casa para ser felices los dos, el matrimonio tiene una gran función social, tiene que ser antorcha que ilumina a su alrededor, a otros matrimonios, caminos de otras liberaciones… No es otra cosa la familia que amar y amar es darse, amar es entregarse al bienestar de todos, es trabajar por la felicidad común” (Homilía 7 octubre de 1979).

Estas palabras de Monseñor Oscar Romero nos ayudan a mi familia y a mí a saber cuál es nuestra función en esta vida. Lo manifestamos el día que nos casamos e intentamos ponerlo en práctica en nuestra realidad cotidiana. Y es que para nosotros Monseñor Romero sigue siendo símbolo de esperanza, mensaje de justicia y testimonio de vida.

Un día como hoy, 24 de marzo de 1980, murió asesinado. Recordamos su muerte, pero ante todo celebramos su VIDA. Una vida marcada por el encuentro con Jesucristo encarnado en los pobres, en los más sencillos: “me decían las gentes humildes de los campos cómo escuchan esta palabra y  les sirve de consuelo, de esperanza, de aliento, me venían ganas hasta de llorar y decir como Cristo: te doy gracias porque ocultas estas cosas a los orgullosos y soberbios del mundo y las revelas a los pobrecitos” (9 de abril de 1978). Pero también una vida marcada por el desencuentro con el poder político-militar que le acarreó a la muerte: “Yo quisiera hacer un llamamiento muy especial a los hombres del ejército, y en concreto a las bases de la guardia nacional… ante una orden que de un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: no matar. Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la ley de Dios” (23 de marzo 1980 víspera de su muerte).  Sus homilías no tienen desperdicio. No te dejan indiferente.

Año tras año en mi país celebramos su vida. Conmemoramos su muerte. No quería dejar pasar este día sin decir en voz alta que Monseñor Romero sigue siendo antorcha que ilumina, mensaje que libera, testimonio vivo que transforma y que llena de esperanza a miles de personas.

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