CRUCIFIXIÓN

dali2_1247555cA las puertas de celebrar el Triduo Pascual quiero ofrecer modestamente estas líneas en memoria de Carlos Mejía Orellana, ex compañero de Radio Progreso en Honduras, cruelmente asesinado hace unos días. Es una noticia triste y dolorosa, sobre todo para su familia, amigos y todo el mundo con quien compartió su vida.

Es un hecho condenable que por desgracia desvela la precaria situación de seguridad que existe en nuestros países Latinoamericanos con Honduras a la cabeza, seguido por Venezuela, Belice, el Salvador, Guatemala… países donde muchos actúan impunemente, imponiendo una situación de inseguridad, violencia e incertidumbre. Sin duda no se puede quedar indiferente ante hechos como este. Hay que ponerlos al descubierto y presionar a los gobiernos y los organismos internacionales, para busquen soluciones reales que vayan a la raíz de los problemas.

Pero mientras ¿qué hacer con el dolor,  la impotencia, el sufrimiento de las personas que quedan este mundo? Y más todavía ¿Qué tiene esto que ver con la Crucifixión de Jesús de Nazaret?

Honestamente creo que el dolor en sí mismo no tiene explicación plausible. Nadie busca sufrir por sufrir. Sin embargo, el dolor está presente en la humanidad, forma parte de la vida y todos lo padecemos en mayor o menor medida. La cuestión es cómo afrontarlo. Afrontar el dolor no es solucionarlo, ni superarlo, ni siquiera entenderlo. Es sencillamente tenerlo delante, plantándole cara para que no te destruya. No es nada fácil, pero es la manera de salir fortalecidos al final.

A mí me arroja mucha luz cómo vivió Jesús el dolor. Él lo conoce de cerca. Lo vemos cuando llora a su amigo Lázaro, en la angustia que siente en la oración del Huerto, pero donde lo padece hasta el extremo es en la Pasión. Sólo una persona que ha soportado una experiencia semejante en sus propias carnes es capaz de saber con certeza lo que tú mismo estás sintiendo. Por eso no estamos solos ante el dolor. Cristo está con nosotros padeciéndolo también. Él es quien te sostiene cuando sufres, te infunde fuerzas para que sigas caminando. Por eso descubrimos luz aún en las situaciones más difíciles.

Para un cristiano la muerte no tiene la última palabra. Cristo con la Resurrección venció a la muerte y nosotros también participamos de esa gracia. A mí esto me llena de esperanza y me empuja a seguir adelante.

Sé que ahora Carlos está junto al Padre, al igual que mucha otra gente inocente que ha dejado este mundo. A nosotros nos toca seguir caminando, sobreponiéndonos con entereza ante las situaciones de injusticia, procurando dar lo mejor de nosotros cada día, sin perder la fe y la esperanza en la humanidad con la ayuda de Dios.

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