EXAMEN

myLordmyGod¿Alguna vez te ha pasado que no reconoces a alguien que crees que sí conoces? A mí esto me pasa más de lo que me gustaría.

Estos días me ha tocado muy hondo el Evangelio de Lucas 24, 13-35. En él narra cómo dos de los discípulos de Jesús van caminando desolados, tristes y decepcionados por haberlo visto morir en la cruz. Estaban tan ensimismados en su dolor que ni siquiera pudieron identificar a Jesús ya resucitado. Pero ¿a caso no podríamos decir lo mismo nosotros?, ¿cuántas veces vamos por la vida sin reconocerlo?

Y es que a Jesús lo encontramos en lo cotidiano, en la realidad del día a día, así estemos tristes, decepcionados, despistados, alegres, enfermos… hay momento en los que vamos caminando trechos del camino sin apreciar lo bueno de la gente y de las situaciones, porque nos dejamos llevar por la desilusión, el cansancio, el fracaso… como experimentan estos dos discípulos. Pero no hay que caer en el pesimismo, por muy perdidos que nos sintamos a veces, Jesús nos va dejando pistas, huellas por todas partes para que podamos encontrarlo. Solo hay que “abrir” bien los ojos como les sucede a los discípulos en la fracción del pan.

A mí me ayuda mucho el Examen ignaciano, porque con él descubro cómo ha pasado Jesús por mi vida, cuándo he sentido su amor en mi corazón, aunque no lo identificara de inmediato. Por algo San Ignacio de Loyola insistía mucho en él. A mí ayuda a ser más consciente de aquello que me aleja de Dios, pero sobre todo, me sirve para sentir cómo “arde” mi corazón mientras Jesús camina conmigo. Sé que Él está y me sostiene aunque no caiga en la cuenta en ese instante.

Para hacer el examen no hace falta hacer grandes esfuerzos. Lo primero es buscar un espacio donde te sientas tranquilo para poder AGRADECER todo el bien recibido: las alegrías, los gozos… pero también por las dificultades, las luchas, las contradicciones…; PIDO LUZ al Señor para mirar la vida con sus ojos y poder reconocerlo en el día vivido, le pido también que ilumine mis fallos e incoherencias, para así TOMAR CONCIENCIA de los sentimientos que he experimentado: gozo, paz, miedo, duda, compasión… PIDO PERDÓN por mis fallos, por mis pobres respuestas, por olvidar su presencia y cerrarme a su amor.

Finalmente, con la confianza de saberme en las manos de Dios, le pido su luz y su gracia para ENFOCAR EL MAÑANA un poco mejor, intentando corregir todo aquello que me separa de Él.

Porque para Dios nada es ajeno.

“De ti vengo, en ti existo, a ti voy”

Benjamín González Buelta sj

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