En todo amar y servir

En esta última entrega me apetece hablar de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, mejor conocida como la UCA, a la que considero como mi segundo hogar, un lugar donde encuentro cobijo, amistad, consuelo… para mí, y creo que para mucha otra gente, es más que una simple universidad, pues nos ha marcado en muchos aspectos importantes de la vida.

En mi caso comenzó allá por el año 1989, para ser más exactos el 16 de noviembre fecha en la que matan a seis jesuitas y a una madre con su hija, hecho que marcaría un antes y un después en mi corta existencia, pues ya desde entonces decidí que ese sería el lugar indicado para mi formación. Una decisión un tanto ambiciosa a los doce años, pero que gracias a Dios se me concedió.

Recuerdo que ese día estábamos sitiados en nuestras casas, pues la ofensiva final de la guerra –así la llamaron porque tanto el FMLN como los militares midieron sus fuerzas de tal modo que hubiera un solo vencedor- se estaba librando en las calles como nunca antes en el país. La capital bailó al compás de las balas y los helicópteros. Esos días fueron largos y angustiosos. Muchos fueron los que murieron, pero la noticia del asesinato de de seis sacerdotes jesuitas dio la vuelta al mundo. Nadie daba crédito a semejante despropósito, sobre todo estando tan custodiados como lo estaban por el ejército. No voy a entrar en detalles. Lo importante aquí es que este hecho también marca un antes y un después en el curso de la guerra, ya que tres años más tarde se firmarían los acuerdos de paz.

Esta parte de la historia también a mí me marcó, porque a partir de entonces maduré a un ritmo vertiginoso. Comencé a interesarme más por la historia de mi país, de mi gente, esa raíz que sustenta mi vida y que me da identidad. Y es que no se puede caminar a tientas en la vida. Hay que conocer de dónde venimos, para saber hacia donde queremos ir. En este camino la UCA y sus mártires a mí me han ayudado a crecer y  madurar, aprender amar y a reconciliarme con una historia que también forma parte de mi vida.

Por eso siempre que vuelvo la visito con cariño, porque entre sus muros sigue habitando el espíritu de estos mártires, habita el amor hacia un pueblo que sigue herido, que libra otras guerras, pero al que siguen acompañando con valentía.

Gracias Chema por recordárnoslo en este viaje.

Gracias por la amistad y cariño.

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