Black Panther
Un príncipe accede al trono tras la muerte de su padre pero, como en toda corte, los celos y las luchas de poder serán el origen del conflicto. Si a este argumento clásico le añadimos un súper héroe negro, un país africano inventado, una estética atractiva y un poco de acción; nos encontramos con Black Panther, de Ryan Coogler. Sin duda, uno de los fenómenos cinematográficos del año.
Su paso por la temporada de premios hasta llegar a los Óscar, donde acumula siete nominaciones y se ha convertido en la primera película de súper héroes en ser candidata al máximo galardón, ha sido una relativa sorpresa. Antes de su estreno hace un año había cierta expectación sobre esta película basada en uno de los personajes de cómic menos conocidos de la factoría Marvel que, además, es el único negro que protagoniza su propia serie. La película fue un éxito inmediato y de ello da cuenta la recaudación en taquilla pero también su presencia en redes sociales e incluso las referencias a Wakanda durante la gala de los Óscar del año pasado.
Con ese panorama algunos se aventuraron pronto a postularla como candidata a las principales categorías en la edición de este año. Los detractores de la película se lo tomaron como una idea loca y ni siquiera se molestaron en desmontarla, creyendo que, tras el entusiasmo efervescente posterior al estreno, el paso de los meses arrojaría una nueva perspectiva sobre la película. Pero se equivocaron.
El éxito de Black Panther se debe a varios factores. Dejando a un lado que la última década ha sido la edad de oro del cine de superhéroes y que por tanto prácticamente cualquier producto, independientemente de su calidad, ha gozado de cierto éxito; en este caso no nos encontramos ante la clásica historia sobre los orígenes del héroe. Paradójicamente el desconocimiento del gran público hacia este personaje podría exigir una mayor dedicación a este asunto. No obstante, gracias a la aparición del héroe en Capitán América: Civil War (Anthony y Joe Russo, 2016), el gran público pudo conocer grosso modo de quién se trata y cómo obtiene sus poderes. 
Esto no es una cuestión baladí, puesto que permite a los guionistas pasar directamente a la acción y completar la información necesaria con unas cuantas escenas al inicio de la película. Los aficionados al género, sin duda, agradecemos ahorrarnos las habituales escenas de sorpresa y duda del héroe ante sus nuevas habilidades.
Otro punto a favor de la cinta es que, pese al innegable uso de los efectos digitales, esto no es lo que más destaca. De hecho, el tratamiento de la acción no se apoya en destrucciones masivas, explosiones o monstruos creados por ordenador. En Black Panther predominan las peleas cuerpo a cuerpo y, en algún caso, incluso sin armas; lo que es una rareza en el cine de acción actual.
También ha sido muy aplaudida por sus personajes secundarios. Lo cierto es que el villano es uno de los mejores que se han visto en los últimos años y, aunque no está a la altura del Joker (villano de cómic por excelencia), el personaje interpretado por Michael B. Jordan no necesita caer en la locura para que su presencia en escena resulte amenazadora. Por otra parte, los personajes femeninos, lejos del rol de chica del héroe que se mete en líos y es rescatada, 
se revelan como mujeres empoderadas, inteligentes y guerreras. Teniendo en cuenta los tiempos que corren, resulta lógico que las Dora Milaje (así se las conoce) hayan calado tanto en los espectadores.
Otro de los elementos más aplaudidos de la película ha sido la presentación de Wakanda, un país imaginario ubicado en África, que conjuga modernidad y vanguardia tecnológica con elementos tradicionales y que se evocan el folclore africano. De alguna manera la película reivindica el potencial del continente negro y deja volar la imaginación sobre lo que África tiene que aportar al mundo.
Todas estas virtudes convierten a Black Panther en una buena película, pero no en la película que nos quieren hacer creer que es. No es tan buena, y si es cierto que el cine de super héroes juega en segunda división, esta tampoco está en los primeros puestos. No hay que ser ingenuos a la hora de entender el éxito tan brutal que ha cosechado. 
Desde 2015, año en el que la ceremonia de los Óscar se vio salpicada por el hashtag #oscarsowhite, la industria quiere evitar a toda costa volver a sentirse señalada por ausencia de diversidad racial entre los candidatos a los principales premios. Sin embargo el problema es otro: la dificultad de los negros para acceder a puestos de poder en la industria o la escasez de papeles para actores que no sean de origen caucásico, entre otros. Y esto no se soluciona nominando (o incluso premiando) a actores, directores o cualquier otro trabajador que sea de raza negra; especialmente si no ha hecho méritos para ello o la competencia ha sido mejor.
Por desgracia así funcionan las cosas y la gente no tiene en cuenta detalles como por ejemplo que Wakanda no deja de ser una especie de monarquía absoluta donde el pueblo no tiene ningún poder de decisión. Y mejor no entrar en la ridiculez que supone en el siglo XXI acceder al trono mediante una pelea. En fin, el tiempo pondrá la película en su sitio, aunque ya goce para siempre del honor de ser la primera película basada en un cómic candidata a la mejor película en los Óscars. ¡Y pensar que esto ya debió haberlo logrado con total merecimiento El caballero oscuro (Christopher Nolan, 2008) hace ya diez años!
@cinepacografico
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