Butaca 21

Aprovechando que esta semana se dieron a conocer las nominaciones a la próxima edición de los Premios Oscar, inauguramos en Butaca 21 un ciclo sobre los títulos que este año optan al premio a la mejor película. Y puesto que en España se estrenó hace solo un par de días, comenzamos con Call me by your name, de Luca Guadagnino.

Una obra dirigida casi a cuatro manos

No obstante, para ser justos, y aunque la cinta la firma el director italiano, habría que subrayar la impronta del casi nonagenario James Ivory, autor del guión basado en la novela homónima de André Aciman. Según cuentan, Ivory y Guadagnino estuvieron a punto de dirigirla juntos, pero finalmente la avanzada edad del primero dejó las riendas del proyecto en manos del segundo, más joven y en plenitud de forma después de sus dos últimos y celebrados trabajos: Yo soy el amor (2009) y Cegados por el sol (2015). La obra de Guadagnino es corta aún, pero ya es posible reconocer en ella algunas señas de identidad, como los paisajes mediterráneos, la cultura en todas sus vertientes o los contextos burgueses. Pero, ante todo, cabe destacar un marcado interés por las pasiones del ser humano, especialmente por aquellas que finalmente desembocan en la tragedia. En el otro extremo se ubica la obra de James Ivory, mucho más extensa y que alcanzó su mayor popularidad en la segunda mitad de los ochenta y la primera de los noventa con obras como Una habitación con vistas (1986), Regreso a Howards End (1992) o la maravillosa Lo que queda del día (1993). Sus trabajos se convirtieron durante algunos años en el paradigma de cine de época y llegaron a lograr varios premios Oscar y numerosas nominaciones. El cine de Ivory destacaba por su realización exquisita, por el tempo pausado y por mostrar las pasiones de unos personajes que se veían forzados por el entorno a contener sus sentimientos.

Una pasión contenida

Call me by your name no difiere de las demás películas de Guadagnino y desde el inicio nos conduce hacia una historia de amor que conecta a los protagonistas desde el deseo, esa pulsión que no entiende de clases sociales, nivel cultural, época o geografía. Aunque lo cierto es que hablar de pasión contenida no sería totalmente exacto, pues los personajes se dejan atrapar por ella.
Ahora bien, hasta ese momento el espectador es testigo de un sutil flirteo que más bien parece una partida de ajedrez en la que solo al final de la jugada se advierte la razón de cada movimiento. Sin duda, en este planteamiento se nota la mano del guionista, al igual que en final, en el que Ivory rehúye de la característica explosión dramática que habitualmente desemboca en tragedia en las películas de Guadagnino. No obstante, hay que reconocer que según el espectador, habrá quien reconozca visos de tragedia en ese precioso y largo plano final.

El resultado puede resultar lento y aburrido para aquellos que estén acostumbrados a una narración con más acción, pero quienes aprecien la sutileza de los gestos, miradas, encuadres, silencios y subtextos, disfrutarán de una obra hermosa. Además, el monólogo final del padre del protagonista, que resulta de una densidad e intensidad dramática sorprendente para hacer las veces de epílogo, conecta la historia con el espectador apelando a esas heridas o cicatrices que portamos y que a menudo nos conducen a evitar el riesgo y el sufrimiento, a costa de amar solo a medias (si es que se puede amar así).

Una peli de Oscars

Ahora es cuando toca decir que Call me by your name cuenta la historia de amor de verano entre Elio, un joven de diecisiete años, políglota y tan culto para su edad que a veces resulta incluso poco creíble; y Oliver, un estudiante de postgrado extranjero que se aloja en su casa. La temática homosexual merma sus posibilidades después de que el año pasado el máximo galardón recayese en las manos de Moonlight (Barry Jenkins, 2016). De no ser así sus posibilidades aumentarían considerablemente y al igual que el número de nominaciones que finalmente ha recibido, todas ellas incontestables. Se echa en falta una mención a Guadagnino como director, otra al actor que interpreta al joven norteamericano y otra más para la fotografía. Y, aunque parece que Ivory sí obtendrá el premio por el guión, sería una enorme y agradable sorpresa que el joven actor que protagoniza la historia, además de convertirse en el descubrimiento del año, viese recompensado su gran trabajo con el premio.

El tiempo es quien finalmente dictará sentencia y resituará cada película en su lugar en la historia. Y no sé por qué me da a mi que Moonlight, injusta ganadora frente a La La Land (Damien Chazelle, 2016), no aguantará bien el paso del tiempo, en tanto que Call me by your name quedará grabada en la memoria colectiva como lo hacen los primeros amores de verano.

@cinepacografico

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