El juicio de los 7 de Chicago
De nuevo Netflix está detrás de una de las películas de la temporada. El juicio de los 7 de Chicago de Aaron Sorkin es un drama judicial con telón de fondo social apto para todos los públicos. Podrá gustar más o menos, pero es, sin duda, una apuesta segura que, además, vuelve a poner en poner en primera línea un subgénero cinematográfico al que ya echábamos de menos.
El 2020 ha sido un año difícil que nos ha dejado mucho tiempo para la reflexión y la introspección, permitiéndonos ponderar los diferentes aspectos de nuestras vidas. Acaso por eso los medios de comunicación, que por momentos han sido la única ventana al exterior, se han convertido durante el confinamiento en el crisol de nuestras angustias y sufrimientos. El ya manido “de esta pandemia saldremos mejores” pretendía exorcizarnos de todos ellos en un ejercicio de confianza ciega en la performatividad del lenguaje. Meses después somos aún más conscientes de nuestra fragilidad, la individual y la colectiva, y eso quiere decir que la lista de problemas y preocupaciones no han hecho más que aumentar. Pero al menos ya son pocos los que se siguen tratando de combatir la pandemia y todo lo negativo de nuestra sociedad que emergido a raíz de ella con la inocencia de del niño que sana las heridas con un beso. La gran mayoría nos seguimos acogiendo al “quédate en casa” y vemos la vida pasar, convencidos de que en la trinchera de nuestros hogares nada malo nos puede alcanzar. Por suerte siempre hay quienes dan un paso adelante y se adentran en el frente combate para promover el cambio, azuzando con su testimonio las conciencias de quienes la tenemos un tanto aletargada. No siempre se les valora en su momento, puede que porque en ocasiones no atinan en las formas de denuncia o reivindicación; pero todos perdemos cuando sus hazañas se diluyen en el abismo de la memoria. Por eso hay que celebrar que el cine o la televisión rescaten sus historias. Quizás sirvan para despertar el compromiso en algunos.
El juicio de los 7 de Chicago es una película basada en hechos reales que homenajea a este tipo de luchadores. Siete activistas de diversas procedencias, estilos e ideologías que confluyeron en unas manifestaciones que tenían como estandarte la lucha contra la Guerra de Vietnam pero que encerraban un malestar en el que tenían cabida otras protestas contra el Gobierno y el statu quo. Evidentemente, el suceso es mucho más complejo de lo que un metraje de dos horas puede llegar a reflejar, pero pese a una cierta concesión al maniqueísmo en pro del carácter cinematográfico de la historia, se intuyen suficientemente las aristas de los denunciados. Igualmente, el planteamiento coral del relato evita el reconocimiento individual de cada uno de los siete y contribuye a ensalzar la reivindicación que actuaba como nexo, y a la que durante el juicio se le añadió la denuncia de la intromisión del poder legislativo en el judicial.
La película no resulta moralizante ni panfletaria. Está construida como un buen drama judicial (género de moda en los ochenta y los noventa, pero poco prolífico de un tiempo a esta parte), sobrio por lo general, aunque con ciertos momentos de emoción, y logra perfectamente mantener la atención del espectador. A diferencia de las célebres adaptaciones de las novelas de John Grisham en este caso no es necesario tejer un complejo entramado de pesquisas y discursos plagados de leyes y tecnicismos jurídicos, sino que basta con la reconstrucción en paralelo de los principales hitos del juicio y, mediante un acertado uso del flash back, de los acontecimientos que desembocaron en el enfrentamiento entre manifestantes y la policía de Chicago. El resultado no es una obra ligera, pero sí muy peliculera (en el mejor sentido del término), lo que se agradece a tenor de la aparente renuncia de Hollywood de rodar cine adulto en el que lo intelectual no esté reñido con el entretenimiento.
El mérito es de un Aaron Sorkin, que tras su debut como realizador en la notable El juego de Molly (2017), y tras una dilatada carrera como guionista que le ha convertido en el autor contemporáneo más célebre en este gremio; se condolida como un cineasta capaz de plasmar contar historias en imágenes con el mismo brío con el que están escritos sus diálogos. Alejándose de los manierismos de otros cineastas ansiosos por dejar clara su impronta, Sorkin realiza un trabajo más clásico, aunque no por ello menos meritorio, sabedor de que la fuerza de su obra reside en el texto que él mismo firma y, sobre todo, en los acontecimientos que relata.
Se acaba ya 2020 y El juicio de los 7 de Chicago se erige como uno de los mejores trabajos de la pobre cosecha de este año. Seguramente reciba menciones y galardones en la temporada de premios. Lo que está claro es que se trata de una película oportuna, que invita a tener una mirada crítica sobre nuestro entorno, apuntala la a veces frágil confianza en el compromiso personal y colectivo, e insufla esperanza en la fecundidad de las acciones aparentemente estériles.
Nota: 9/10
@cinepacografico
https://www.youtube.com/watch?v=Mq5MJnMIyiU
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