One night in Miami
Amazon se incorpora a la lucha por el Oscar con One night in Miami, de Regina King. La película gira en torno a la noche que pasaron juntos cuatro de las figuras más relevantes de la comunidad negra de los años sesenta, dando lugar a una reflexión que entronca con movimientos de denuncia y reivindicación de derechos civiles que hoy en día siguen estando de actualidad.
Las películas, como cualquier otra creación, tienen un contexto. Desprenderse de él para su análisis es un error que suele suceder, sobre todo, cuando un espectador del siglo XXI se acerca a películas que fueron estrenadas hace varias décadas. De ahí que un cinéfilo novel se aburra con la forma de hablar y de interpretar de los actores de los años cuarenta, no aprecie la sensualidad de Gilda al quitarse el guante, o se ría de los efectos especiales del primer Alien (Ridley Scott, 1979). En temas de machismo y otras incorrecciones políticas por las que últimamente se censuran escenas de algunos clásicos, mejor no entrar.
El caso es que el análisis contextual puede ayudar poner en valor una obra, pero también a desinflar su éxito, que en ocasiones responde más a una campaña de marketing, a la presión de un lobby o a una simple moda, que a su verdadera valía. Así fue, por ejemplo, como los críticos de la revista francesa Cahier du Cinéma lograron rescatar la figura de Hitchkock. Pero también fue así como Gérard Dépardieu perdió un claro y merecido oscar tras ser acusado de violación o como el denostado Harvey Weinstein logró varios premios de la Academia (la mayoría cuestionados hoy) para algunas de sus producciones.
One night in Miami venía haciendo ruido desde antes de su estreno gracias a la confluencia de varios factores externos a la película pero que justifican su relevancia. En primer lugar, se trata de una cinta distribuida por una plataforma de streaming, que, además, seguramente esté presente en categorías importantes de los Oscar de este año. Esto es algo que en tiempos de pandemia todavía escuece a los románticos defensores de las pantallas grandes, lo que se traduce en publicidad gratuita. En segundo lugar, estamos ante una película dirigida e interpretada por negros cuyos personajes principales son cuatro iconos de esta comunidad: Malcom X, Muhammad Ali, Jim Brown y Sam Cooke.
Evidentemente, la cinta ha recibido el apoyo del Black Lives Matter, probablemente uno de los movimientos más influyentes en la industria a día de hoy. Su temática encaja a la perfección en un movimiento que se hace fuerte a medida que deja de ser visto como uno fenómeno puntual y se engarza en una cadena de reivindicaciones históricas. Y, por último, está dirigida por una mujer: Regina King. La actriz, que ya se vio beneficiada por circunstancias similares a las anteriores cuando hace un par de años ganó el Oscar a la mejor actriz secundaria por su nada memorable trabajo en El blues de Bale Street (Barry Jenkins, 2018), se estrena como directora. Obviamente, el Me Too, que no hay que olvidar que surgió a partir de las denuncias de acoso en Hollywood, lleva tiempo operando para que se reconozca la labor de las mujeres detrás de las cámaras. Este intento de compensación a la falta de oportunidades dadas a las mujeres se traduce en que la labor de King, y por ende la película en su conjunto, se va a ver reconocida al margen de sus méritos artísticos.
Y hasta aquí el comentario sobre los factores extracinematográficos. Si tratamos de dejarlos a un lado, lo que nos queda es una obra correcta, que no disimula su origen teatral pero que queda bien resuelta gracias a algunas secuencias fuera de la habitación donde se desarrolla la mayor parte de la historia. La realización es solvente y las interpretaciones de los protagonistas están bastante bien. Lo más meritorio, probablemente, sea el desarrollo de la reflexión sobre la tensión entre negros y blancos, el modo de enfocar la lucha por la igualdad y, sobre todo, la pertinencia de que figuras mediáticas utilicen su relevancia como altavoz de causas sociales y políticas. Sin embargo, esto ya estaba en la pieza teatral, así, propiamente dicho, no es un mérito de la película…
El resultado es entretenido y los diálogos y las relaciones entre los cuatro personajes fluyen con naturalidad, dando forma a esta reflexión poliédrica. No obstante, y pese a que el tono no es aleccionador, queda un poco la sensación de que uno ya se sabía la lección. Quizás esto no hubiese ocurrido si la película no pretendiese ser un resumen de todas las sensibilidades de la causa que defiende y se limitara a contextualizar la creación de esa maravilla de canción que es A day is gonna come, compuesta por Sam Cooke, y escogida para cerrar la historia. En ese caso, estaríamos hablando de una reflexión social al servicio de una historia, y no de una historia al servicio de un discurso, que es lo que prima en One night in Miami.
@cinepacografico
Nota: 6,5/10
https://www.youtube.com/watch?v=bRFyq0uCYbs
Discussion area - Dejar un comentario