Butaca 21

Soul, de Pete Docter, es el último estreno de la factoría Pixar. Como siempre, ofrecen una historia para todos los públicos con un mensaje especialmente destinado a los adultos. En estos tiempos en los que parece que se nos ha privado de casi todo y que solo vivimos a medias, Soul pretende recordarnos que el simple hecho de vivir ya es algo extraordinario. ¡A disfrutar!

Resulta imposible hablar de Soul sin hace referencia a Del revés (Pete Docter, 2015). No es casualidad que, siendo las dos historias más conceptuales del estudio, vengan firmadas por el mismo realizador. Las dos partían de una premisa aparentemente imposible de rodar: el despertar de la adolescencia visto desde la perspectiva de las emociones y la aventura de dos almas a través que lo que sea que haya antes de la vida (en la película denominado el “Gran Antes”). Ambas exigían, por tanto, el desarrollo de un imaginario muy potente que ofrece infinitas posibilidades de concreción a nivel estético. Y lo cierto es que, por mucho que la evolución de los efectos especiales haya permitido derribar muchos de los límites del cine de acción real; nos encontramos ante historias que solo pueden ser desarrolladas a través de la animación. Esto no solo justifica su existencia, sino que la reivindica frente a aquellos que la consideran una mera alternativa artística o simplemente un formato infantil.

El caso es que la primera media hora de Soul cumple brillantemente su cometido de dar a conocer a los personajes, desencadenar el conflicto, presentar ese particular imaginario y procurar que también los más pequeños se enteren de lo que está pasando. A los adultos algunas explicaciones nos sobrarán y otras nos parecerán cogidas con pinzas; pero vista la excelente trayectoria de Pixar, son detalles que uno puede pasar por alto. Además, el excelente diseño visual, que mezcla animación en 3D con dibujos lineales, eclipsa momentáneamente cualquier fisura que se le pueda encontrar a la cinta.
El problema es que, pasado ese primer tramo, y una vez que el planteamiento estético deja de cegar, es inevitable tener la sensación de que ya hemos visto antes esta película. No resulta complicado identificar rimas a nivel argumental y formal entre Soul y otras películas Disney-Pixar. Así, por ejemplo, el lugar donde vagan las almas perdidas recuerda al abismo de los recuerdos olvidados de Del revés; la relación entre Joe y 22, a la de los protagonistas de Rompe Ralph (Rich Moore, 2012); la lucha con la madre por desarrollar la vocación musical, a la de Miguel en Coco (Lee Unkrich y Adrián Molina, 2017)… Y, para colmo, a media película uno cae en la cuenta de que ese original diseño del “Gran Antes” parece más bien una interfaz de cualquier dispositivo de Apple (en cuyo seno surgió Pixar).
Pese a todo, y aunque haya algún valle en la trama, la historia se disfruta. El desenlace no llega a ser la explosión lacrimógena de otras veces, pero tampoco es un requisito acabar llorando a moco tendido. Probablemente el tiempo saque a la luz las costuras de un guion muy meritorio pero que parece que, paradójicamente, carece del alma que sí tenían otras de las obras de Pixar. Para eso hace falta lo “jazzear” (como se dice en la película) y Soul, resulta un tanto forzada.

Seguramente no sea la película que todos esperaban, pero quizás sea la que necesitábamos sin saberlo. Su alegato a favor de vivir con un propósito y de disfrutar de la mera existencia resulta muy apropiado en estos momentos que vivimos. Pero, sin duda, lo mejor de Soul, es esa breve fábula que apuntala el mensaje de la cinta y que quizás los adultos deberíamos meditar un poco.

Un pez le pregunta a un pez más viejo donde puede encontrar el océano. El pez viejo le contesta “¿El océano? Estás en él ahora mismo”. Y el pez joven replica “¿Esto? Esto es agua, lo que yo quiero es el océano”.

Nota: 7,5

@cinepacografico

https://www.youtube.com/watch?v=3vrYj91NzNg

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