Mis amigos, los libros
Frente a mi mesa de trabajo, donde tiene un lugar favorito el ordenador y algunos otros utensilios de trabajo, se encuentra la estantería ocupada en su totalidad por “mis libros”. Son “mis amigos” (aunque no los únicos). Algunos de estos amigos fieles, tienen la virtud de esperar pacientemente, a que yo pueda encontrar el tiempo necesario para tomarlos del lugar que ocupan en la estantería, abrirlos con cariño, acariciar sus páginas, y zambullirme en su lectura, siempre interesante. A veces les toca esperar más de lo que yo desearía, porque el tiempo dedicado a lo inmediato, me impide compartir un tiempo sosegado y gratuito, como merece un amigo.
Otros, por el contrario, están con frecuencia en mis manos, porque los necesito con mayor asiduidad. Son como compañeros de camino. Los hay, también, que tuvieron su momento de gloria, y ahora reposan como un tesoro, o como un trofeo muy apreciado.
Mis amigos, los libros de mi estantería, son muy variados: Cristología, eclesiología, catequética, temas de Espiritualidad, de Historia de la Iglesia, de Biblia, varios diccionarios, novelas de autores distintos. Abundan los libros sobre Jesucristo (no menos de diez autores distintos) pues es el tema que me resulta más apasionante. Entre todos ellos, se encuentran libros de divulgación, sencillos, amables, claros y agradecidos. Y otros de mayor especialidad, más complicados, que requieren una atención y estudio más profundo. Pero todos me prestan su amistad, y con ella su sabiduría.
Algunos de estos amigos fieles, que nunca fallan, que siempre esperan, se exponen, a veces, a ir perdiendo el colorido de sus lomos a causa de la luz que los ataca sin respeto a la gran sabiduría que encierran. Pero siguen guardando en su interior, celosos, el gran tesoro que esconden en sus páginas.
Y, aunque no me gusta resaltar a ninguno, porque todos son igualmente mis amigos, sí me voy a permitir, con la anuencia presunta de los demás, hacer mención de uno, que por su reducido tamaño, su leve peso y su encuadernación rústica, podría pasar desapercibido, o tal vez comparado con el patito feo. No contiene altas teologías, ni capítulos de complicadas teorías; no. Su título: “El canto del pájaro”, de Anthoni de Mello, jesuita de nacionalidad india. No es un libro para leer de un tirón; ni de dos. Es para degustarlo, a pequeños sorbos, como se toma una copa de vino de Jerez. Cada una de sus pequeñas páginas es un dechado de sabiduría oriental, y de “sentido común”.
Cuando mi espíritu está saturado, lo tomo en mis manos y leo uno de sus breves “cuentos”, que hay que leer más con el corazón que con el entendimiento. Su melodía ensancha mi espíritu. Es como el canto de un pájaro.
Félix González
EL CANTO DEL PÁJARO
Los discípulos tenían multitud de preguntas que hacer acerca de Dios.
Les dijo el Maestro: «Dios es el Desconocido y el Incognoscible. Cualquier afirmación acerca de Él, cualquier respuesta a vuestras preguntas, no será más que una distorsión de la Verdad».
Los discípulos quedaron perplejos: «Entonces, ¿por qué hablas sobre Él?».
«¿Y por qué canta el pájaro?», respondió el Maestro.
El pájaro no canta porque tenga una afirmación que hacer. Canta porque tiene un canto que expresar.
… … … … …
Ya ves, ¡Canta, compañero, canta!
http://teemix.aufeminin.com/w/musique/t1069084-labordeta-f-canta-companero-canta-Play.html
“El pájaro no canta porque tenga una afirmación que hacer, canta porque tiene un canto que expresar”….
“…las palabras del maestro tienen que ser escuchadas…como el canto del pájaro, que despierta en quien lo escucha algo que está más allá de todo conocimiento.”
Las palabras de otros nos sirven de reflexión y para expresar aquello que uno con sus palabras no es capaz de decir, pero siente. Simplimente hay que estar atento al “canto del pájaro” porque siempre descubriremos algo muy valioso para nuestra vida.
Me gusta mucho de Mello porque con sus pequeños cuentos nos dice mucho de la vida y del mensaje de Jesús.
Tiene otros libros como son la Oración de la rana, Un minuto para el absurdo, Nacer para renacer, El gran desconocido, etc… entre otros. A mi también me llenan de serenidad cuando los leos y sobre todo recuerdo que fue mi hijo quien me los regaló.
Gracias Felix por tu reflexión y a mí también “sus melodías me ensancha el espíritu”
Con estas íneas contesto a Susana y a Ana. Ambas tenéis una gran sensibilidad y buen gusto. Yo daba por descontado que conocíais bien el librito en cuestión. Lo que he pretendido, sobre todo, es manifestar cómo los libros pueden ser grandes amigos. Unos más que otros. Son amigos fieles, que están ahí, esperando enriquecernos. Cualquier libro es un tesoro. Pero hay algunos que son una verdadera lindeza.Por eso citaba el Canto del pájaro. Hubo un tiempo en que leí mucho a Anthony de Melo. Ahora, generalmente, leo más otras cosas. Pero a Thony le dejo para ciertos momentos en que el alma necesita un alimento distinto. Gracias a las dos por vuestra aportación. Saludos.
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