Corazones en red

Jesús nos sorprende en el Evangelio con dos preguntas. Lleva ya un tiempo con sus discípulos y las gentes ya le han oído y visto hacer algunos de sus prodigios. Y parece tener una cierta curiosidad por saber qué piensan de Él, tanto la gente, como sus seguidores: ¿quién piensa la gente que soy yo? ¿y vosotros quién decís que soy yo?

¿Es mera curiosidad de Jesús, o necesita saberlo en orden a su futura actuación? No importa. Porque lo que importa es la respuesta. La que dieron sus discípulos ya la conocemos. Pero tampoco nos importa demasiado (la de Pedro, sí).

 Lo verdaderamente importante es la respuesta que yo, tú, nosotros, podamos dar, hoy, si Jesús nos propusiese la pregunta. La respuesta de la gente sería, sin duda, muy variopinta, y más o menos acertada; a veces pintoresca. Pero tampoco me importa, hoy. Me interesa más la respuesta que yo pueda dar; y también la que tú puedas dar. Tampoco pretendo que me des a mí la respuesta; dátela a ti mism@.

A lo largo de mi ya dilatada vida, esta pregunta ha aflorado con cierta frecuencia y regularidad. Y naturalmente, no siempre ha tenido la misma respuesta, porque uno va cambiando, y llega a ser distinto en las edades y etapas de la vida. Lo que no sirve es dar una respuesta de libro, de catecismo.

Reconocemos  a Jesús, como “el Señor”.  Y me pregunto si hay para mí más “señores” a quienes sirvo (porque “nadie puede servir bien a dos señores”)

Me pregunto si pongo a Jesús por encima de todo y de todos. ¿Es Jesús el centro de mi vida, o hay cosas, situaciones, personas, que me descentran de Jesús?

Me pregunto: ¿anuncio a Jesús como una noticia importante, la más importante? ¿Es Jesús el verdadero motor de mi vida, de mis acciones y pensamientos, de mis sueños cuando estoy despierto?

Y mi respuesta es: quiero que sea así. Pero no me atrevo a decir que lo sea totalmente. Sé quién es Jesús, su persona, su enseñanza, su vida…  Pero no me atrevo a decir quién es para mí. Sólo puedo decir, quién quiero que sea para mí, y seguir confiando en que algún día sea lo que hoy quiero que sea.

                                                                                                               Félix González

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