Esa hermosa virtud, llamada “amabilidad”
Considero la “amabilidad” como una de las virtudes que más gratifican. Me ha sugerido el elogio de esta virtud, el comportamiento significativamente amable de la dependienta de una frutería, donde he entrado para adquirir algún producto.
Su atención, su simpatía y sus explicaciones han llamado gratamente di admiración. Pero este hecho que podría considerarse aislado y concreto, viene a ser ya corriente en el comportamiento de otras muchas personas que están en los despachos y ventanillas de atención a los clientes.
Quedaron atrás los tiempos, todavía no lejanos, en que esa amabilidad, desgraciadamente, brillaba por su ausencia con mucha frecuencia. ¡Y no digamos, si se trataba de centros oficiales!
Es una nueva cultura, un nuevo logro del sentido de servicio, y un profundo cambio en las relaciones humanas.
La amabilidad es una faceta y consecuencia de la virtud de la caridad, o, al menos, de un trato más humano en el diálogo interpersonal. ¡Y me felicito y congratulo con este avance social y personal que mejora, potencia y hace más agradable las relaciones humanas, con aquellas personas, cuyo rol se ejercen “detrás de un mostrador o una ventanilla!
¿Qué es lo que ha hecho que se produzca este cambio? No lo sé. Solamente puedo constatar y dar constancia del hecho. Es posible que en casos aislados y poco significativos numéricamente, existan todavía en algunas personas, reminiscencias del pasado. Pero ello hace bueno el conocido axioma de que: “la excepción confirma la regla”.
Completan y enriquecen este cambio de comportamiento, otra serie de pequeños detalles que también han ganado la batalla de la educación en las mutuas relaciones: pedir las cosas “por favor”, dar las gracias por pequeños servicios prestados, pedir perdón o excusas por leves molestias causadas sin intención de ofender, etc…
Tal vez nos vamos humanizando más, y adquiriendo esa “nueva cultura” que hace más llevadero el trato. Y por ello vale la pena resaltarlo.
Félix González ss.cc.
Nuestro envoltorio es la forma de tratar a los otros.
Así las cosas, podemos ir desde el papel de periódico hasta el celofán azulón.
-¿Quién es el otro? -Sencillo, es la parte mía que vive afuera.
-¿Qué nos suscita? -Nuestra alegría o nuestra desgana.
-¿Para qué ser amable? -Porque puedo serlo.
-¿Qué diferencia hay? –El querernos por entero, tanto la parte que vive en los otros, como la que lleva nuestro nombre.
Jesús, como perpetuo enamorado, amaba desbordantemente e integraba en el “Yo soy” la humanidad extendida en el tiempo. Era el hombre perfecto con la absoluta consciencia de ser, uno con los otros.
Querida Susana: aunque estoy de vacaciones, no me olvido de las buenas amigas y colaboradoras. Me encuentro en valladolid, con buen fresquito. Supongo que por ahí estaréis pasando mucho caloor. Yo estaré en mi casa el día 1 de agosto. No me he traido mi ordenador, y no tengo facilidad para escribir y para contestar.
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