¿Nostalgia del pasado y miedo al futuro?
Para los que vivimos el desarrollo del ¨Concilio Vaticano II, su espíritu y sus conclusiones, nacía una nueva ilusión y una nueva esperanza de renovación. Una Iglesia más joven parecía renacer, como el ave Fénix, no digo de sus propias cenizas, pero sí de su vieja y anquilosada historia.
Los comienzos del post-concilio mantenían la llama sagrada del entusiasmo en muchos de nosotros, todavía jóvenes y bien dispuestos a los cambios. Pero pronto, hasta hoy, la desilusión fue ganando terreno; el desencanto se fue instalando en el panorama eclesial y mundial (porque el Concilio abría también horizontes para una nueva concepción del hombre y del mundo). Los apagavelas empezaron pronto a funcionar, extinguiendo el os aguafiestas de turno apagaron la nueva melodía que empezaba a sonar… y se acabó
El miedo al futuro y la nostalgia del pasado empezaron pronto a incubarse en muchas mentes y conciencias. Yo diría que una especie de cataratas ofuscaron la visión de futuro del recién estrenado Concilio; y la involución no se hizo esperar. ¡Lástima de tanto esfuerzo, tanto trabajo y tantas nuevas ilusiones! Los fantasmas empezaron a surgir, y muchos quisieron refugiarse nuevamente en los cuarteles de invierno.
Sin embargo, la nueva primavera que anunciaba una nueva estación eclesial, no desapareció, ni ha desaparecido con el tiempo, a pesar de los pesares. Mucha gente en la Iglesia universal sigue viviendo de la esperanza, y sigue tratando de caminar por nuevos derroteros, a pesar de la inclemencia del tiempo. El Espíritu que iluminó a la Iglesia, en las personas de Juan XXIII y Pablo VI, sigue actuando, a pesar de las trabas y vallados.
Por doquier surgen grupo y , personas cuyo empeño no decae, y nuevos aires recorren la iglesia, aunque no sea el vendaval que se esperaba.
No todo es pesimismo; no todo se derrumbó como un castillo de naipes; no todos miraron con nostalgia al pasado; no todos sintieron el vértigo del futuro.
La Iglesia no es sólo España, no es sólo Europa; desde otras latitudes surgen los nuevos brotes verdes, como una esperanza de futuro, e incluso de presente. El Espíritu no deja “aletear sobre la faz de la tierra”, como se dice en el libro de los Orígenes (Génesis).
Por eso, no cabe el pesimismo ni el derrotismo. Cabe, sí, la confianza y la esperanza. El aparente fracaso de la Cruz, culminó en el gran triunfo de la Resurrección. Y es que no hay mañanas de resurrección, sin tardes de Viernes Santo.
Félix González
Félix, te agradecería que comentaras algunos aspectos concretos en los que se da la involución, así como cuándo empezó ésta aproximadamente. No viví el post-concilio y lo cierto es que ignoro todo esto.
¿Y no es aleteo del Espíritu saber que sigue aleteando por siempre?
Con lo que no prospera, somos revestidos de mayor esperanza.
Si por un momento siento el Espíritu Bueno dentro de mí. Puedo confiar que, en todos los momentos de la historia y en todos los corazones de los hombres, estará reinando. Porque no es parcial ni relativo, es total y absoluto.
“Pero ¡ánimo! yo he vencido al mundo.” Jn 16,33
Ruth: voy a tratar de responder a tu petición. Pero lo haré ,lo antes que pueda, en un nuevo articulito. Más que cosas muy concretas, la involución se aprecia en el estilo, en los miedos a arriesgarse, en no agotar todas las posibilidades que habría el Concilio, en frenar nuevos caminos que se abrían, etc… y en mucha gente que quedó defraudada por el sesgo involucionista. ¡Se habían puesto tantas esperanzas..!