¿Por qué poner la marcha atrás, en vez de acelerar?
Con todo el respeto y cariño hacia el Papa Benedicto XVI, y en aras de mi propia y libre opinión, quiero manifestar que hay cosas que me resultan difícilmente asimilables. ¿Puede el cargo, por importante que sea, hacer cambiar la manera de pensar de una persona? Es verdad que la ampliación de datos y conocimientos nos pueden ayudar a variar nuestra opinión sobre algunos temas. Pero en el caso del actual Papa, no creo que le haya añadido nada definitivo, ya que su condición de teólogo importante e influyente, ya le proporcionaba un conocimiento bastante exhaustivo de la situación de la Iglesia y de su posible futuro. Así las cosas, ¿cómo se ha podido cambiar tan radicalmente? Y si sigue manteniendo su pensamiento, ¿por qué no acelerar ese proceso en vez de dar marcha atrás? ¡Misterio de los humanos! ¿Es miedo? ¿Es prudencia? ¿Es falta de confianza en el Espíritu? ¿O es simplemente que la avanzada edad ve con otros cristales la realidad actual? Dice el refrán que “todo es del color del cristal con que se mira”.
En el año 1969, el hoy Papa Benedicto XVI, entonces simple, pero profundo teólogo, de 42 años, hacía unas muy interesantes manifestaciones por radio. Las trascribo, dado su interés: (El subrayado es mío)
“La Iglesia que surgirá mañana tendrá que ser despojada de muchas cosas que ahora todavía mantiene. Será una Iglesia mucho más pequeña. Y tendrá que recomenzar como lo hizo en sus principios. Ya no tendrá necesidad de llenar los edificios que han sido construidos en sus periodos de gran esplendor. Con un número bastante menor de seguidores, perderá muchos de los privilegios que ha acumulado en la sociedad. Al contrario de lo que viene aconteciendo hasta el momento presente, surgirá mucho más como una comunidad de libre opción… Siendo entonces una Iglesia menor, va a exigir mayor participación y creatividad de cada uno de sus miembros. Ciertamente aprobará formas nuevas de ministerios; convocará al presbiterado cristianos comprobados que ejercen simultáneamente otras profesiones… Todo eso va a tornarla más pobre; será una Iglesia de gente común. Claro está que todo eso no va acontecer de un momento a otro. Va a ser un proceso lento y doloroso”.
No estaría mal la pérdida de algunos “privilegios”, más mundanos que religiosos. A Jesús le “despojaron” de sus vestiduras; ¿no sería bueno que a algunos altos cargos se les despojase de algunas vestiduras? Una mayor colaboración y creatividad de todos los miembros de la iglesia sería enriquecedora y más justa. No importa que el proceso sea lento; lo importante es que avance y no retroceda. Que dé esperanzas.
Sin querer influir en la opinión de nadie, o en su punto de vista, dejo a la consideración de los lectores, su juicio. A mí me resulta muy extraño, y un tanto desconcertante un cambio tan radical.
Félix González
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