El número doscientos (nº 200)
El número 200 es un número bastante alto. Pero según a qué se refiera, lo puede ser más menos. En este caso me refiero a los “post” que he ido escribiendo día a día, y colgando en el Blog, durante aproximadamente dos años.
Este ya elevado número, tiene el valor de poder decirme a mí mismo que he sido fiel a mi propósito de escribir algo, casi todos los días. Escribir es una necesidad para mí. Yo diría que lo es, incluso aunque nadie lo llegase a leer, pero que yo agradezco que se lea y se comente.
200 pequeños escritos, dan para tocar muchos temas, aunque sea de manera breve, y por tanto no exhaustiva. Es una manera de ayudarme a reflexionar sobre temas diversos (a veces trascendentes, a veces livianos y cotidianos). Es también una manera de que las cosas grandes y las pequeñas no pasen por mi vida sin que dejen algo de poso; cosa que se logra con la reflexión.
A lo largo de los días, ocurren muchas cosas, unas más importantes, y otras, menos, pero unas y otras son las que van conformando nuestro pensamiento, nuestra conciencia, nuestros criterios… lo que somos o dejamos de ser. No se puede pasar por la vida sin analizarlas, sin descubrir lo que puedan tener de positivo o negativo; lo que tienen de verdad o falsedad; de acertado o erróneo. La vida y lo que conlleva es muy rica en matices; la misma realidad puede tener diversos ángulos desde donde contemplarla.
En estas 200 pequeñas reflexiones me he movido en un amplio espectro. No he estado obsesionado por ningún tema concreto, aunque algunos me han interesado más que otros. El tema de la Iglesia ha sido, posiblemente, el que más me ha ocupado, en función de mi interés y preocupación. Pero ha habido un poco de todo, porque la vida es como un caleidoscopio que proporciona, constantemente, imágenes muy diversas. También me he permitido colgar algún cuentecito, que satisface, de alguna manera, mi imaginación, o algún poema que nace de los rincones del espíritu como expresión de la belleza artística de otro género literario.
Sé de bastantes personas que lo leen asiduamente o, al menos, puntualmente, y así me lo manifiestan. Otras, las menos, suelen hacer su comentario por escrito, cosa que me satisface, porque me enriquece y me aporta el grado de conformidad o disconformidad con lo expuesto. Siempre es bueno compartir los criterios, las opiniones, los gustos o los dis-gustos. Se crea una corriente de ida y vuelta que enriquece las relaciones interpersonales.
A partir de hoy, comienza el 201.
Félix González
¡No está mal, doscientos! “¡Dichoso!”
Ahora has cogido carrerilla, pero al comienzo te lo tomaste con calma.
Después de un artículo el 17 de diciembre de 2008 que hablaba sobre la Iglesia, creo; te seguí la pista y no hiciste la siguiente entrada hasta el 23 de febrero de 2009. Allí te dije que esperaba impaciente leerte, pues aquel primer artículo me pareció fuerte y ligero, profundo y asequible, interpelante y esperanzado, y que nos desanudaba el lío del no saber que hacer en la Iglesia o en el mundo.
Yo pensaba seguir tus reflexiones, que cómodamente colgabas cada dos meses, pero como me fui animando a medida que tú lo hacías, también como resultado he quedado enredada en este quehacer de los comentarios, de forma que también es para mí, oración, lectura, enseñanza, reflexión, adentramiento y consciencia.
Esta es una nueva forma de: «Donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos» (Mt 18, 20)
Susana: me alegra mucho lo que dices: “He quedado enredada en este quehacer de los comentarios, de forma que también es para mí enseñanza, reflexión, adentramiento y consciencia…”
Siegue “enredada”, porque esos enredos, ayudan a otros a “enredarse” (por lo menos a mí).