El amor cristiano trasciende toda filosofía
San Pablo escribe a los cristianos de la ciudad de Éfeso, y les dice:”… que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, que el amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento; y así, con todos los santos, lograréis abarcar lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo, comprendiendo lo que trasciende toda filosofía: el amor cristiano”.
Hermosísimas palabras del Apóstol. Una recomendación que vale la pena reflexionar y grabarlas en el corazón.
a.- “Que Cristo habite por la fe en vuestros corazones”: esta es la labor principal, y, tal vez, la única tarea que nos haga convertirnos en verdaderos creyentes. Se trata de que sea el mismo Cristo quien inspire toda nuestra vida: nuestros sentimientos y nuestros deseos; nuestros proyectos y toda nuestra actividad. Sólo así tendremos la seguridad de estar cumpliendo el plan de Dios sobre nosotros.
De lo contrario, si actuamos desde nuestra propia independencia dañada por el pecado, se cumplirá lo que el mismo Jesús dice en el evangelio: “De dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de salen de dentro, y contaminan al hombre”.
b.- “… que el amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento”: la raíz en los árboles es la que sustenta el tronco, las ramas y los frutos. Sin raíz todo se seca Los cimientos son los que sustentan todo el edificio, sin los cuales se convertirían en ruinas. Así es Cristo. Sin Él nada podemos hacer.
c.- Sólo así “lograremos abarcar lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo comprendiendo lo que trasciende toda filosofía: el amor cristiano”: la caridad (amor cristiano) es el “nuevo mandamiento”, tan importante que el mismo Cristo lo asemejó al primero (amar a Dios sobre todas las osas). La simple filosofía hace referencia a las facultades cognoscitivas. Recordemos que cuando San Pablo se presentó en el areópago de Atenas, donde se reunían los filósofos, y les quiso hablar de Cristo, no les interesó escucharle, y le dijeron: otro día te oiremos. El mero conocimiento o saber no nos asemeja a Cristo. Sólo el amor cristiano nos hace semejantes a Dios (“Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza).
Pablo, enamorado de Cristo, fue quien escribió esa página tan bella sobre el amor cristiano, dirigida a los Corintios:..” si no tengo amor, no soy nada”.
Félix González
Poco se puede decir más, solo quedarse sobrecogido por tanta ‘habitación’.
Tímidamente, sugerir que Cristo no habita de golpe. Un día ante tu madre indefensa y sola que se aferra a tu mano, entiendes que Dios no nos dejará nunca solos y que ya está presente. Ese día Dios habita para siempre una estancia interior. Vienen los hijos y entiendes un poco mejor al Dios Padre-Madre, también ese conocimiento penetra otras estancias. El día que decides hacer caso, con esfuerzo, a la voz interior, la casa se queda pequeña, una pieza y otra dejan de estar sombrías; es cuando empieza una alegría exploradora que suavemente muestra todo el vacío que resta, que todavía quedan los días para ir haciendo sitio a un Dios que quiere habitarme, para que tenga amor, para que no sea nada.
Ciertamente, Susana, Dios se va haciendo dueño de nuestro interior, en la medida que le vamos dejando. Nunca nos invade, si no le damos permiso. Hasta ahí respeta nuestra libertad. Pero si se le deja, rápido toma posesión de todas las estancias. No se hace el remolón. Lo está deseando. Lo importante es que también nosotros lo deseemos. Me gusta tu comentario.
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