Corazones en red

Sí, una vez más. Cada vez que vuelvo, los lunes, de visitar a los ancianos de una residencia, a los que llevo la comunión (a quienes lo desean), regreso pensativo, casi triste, afectado y con un recuerdo agridulce. Dulce por haber compartido las penas y la soledad de muchos de ellos; y agrio por verlos sufrir al final de sus vidas, cuando deberían ser más felices, liberados de cargas y cargos, sin grandes responsabilidades.

Veo a la mayoría, tristes, poco motivados para vivir con cierto entusiasmo. Cuando les pregunto qué tal se encuentran, la respuesta más frecuente suele ser:”tirando”. Tirando, significa dejando pasar los días sin  ilusión, sin esperanza, sin alegría… y con grandes deficiencias físicas y no pocas mentales.

La llamada “tercera edad”, debería poder ser la edad feliz, por ser la edad de la experiencia, de los conocimientos acumulados, de la madurez sicológica, de la serenidad. Una edad en la que se relativizan mucho las cosas, dando importancia a lo importante. Una edad en que se han superado muchas dificultades de la vida.

El abandono que sufre la tercera edad se vive a diario; son innumerables las historias que existen sobre el abandono, desplazamiento o el destierro del núcleo familiar. Historias que describen la realidad de miles de adultos mayores que viven los últimos años de vida como una tragedia.

Las condiciones de vida para las personas de la tercera edad son especialmente difíciles, pues pierden rápidamente oportunidades de trabajo, actividad social y capacidad de socialización, y en muchos casos se sienten postergados y excluidos. Es verdad que en países desarrollados, en su mayoría, gozan de mejor nivel de vida, son subsidiados por el Estado y tienen acceso a pensiones, garantías de salud y otros beneficios. Pero no obstante, la sensación de soledad y de sentirse inútiles, es algo que es difícil evitar.

Hoy día, los abuelos son el gran apoyo de los hijos, a la hora de encargarse de los nietos. Algo que les compensa por el cariño recibido por los pequeños, aunque, a veces es una carga demasiado pesada, si los hijos delegan casi toda la responsabilidad del cuidado en ellos. Cuando los mayores (abuelos o no) se encuentran en buenas situaciones de salud (física y mental) la cosa es más llevadera; y muchos de ellos confiesan estar encantados con el nuevo rol de “padres” que se les encomiendan, Pero cuando las fuerzas y estado general son deficientes, empieza el calvario de la vejez no vivida con serenidad, alegría y cariño.

“Del seno de la cultura misma nace la problemática de la tercera edad dentro de la sociedad de consumo, que ha cambiado a través de los años. Al elevar la juventud como ideal, hace que todo el entorno social se mueva de acuerdo a ella, dejando así de lado a la vejez y sus valores. Debido a ello, la tercera edad va perdiendo su lugar, su autoridad, e inclusive sus derechos; se encuentran casi excluidos del sistema social, tanto desde la perspectiva del consumo, como de la perspectiva cultural. Del consumo, por el cese de la actividad laboral y con ella la reducción de sus ingresos; y del cultural, por el concepto de “jubilación” y con él, la adjudicación obligada del rol “pasivo” en la comunidad”.

Vale la pena que la sociedad en general y cada persona en particular, velemos por la felicidad de los “mayores”, para garantizar, en la medida de lo posible, que sean felices los últimos días de su vida, muchas veces una vida de entrega y solidaridad con los que ahora les suceden.

                                                                                              Félix González.

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