¡Escuchadle!

Este es mi hijo amado escuchadle“Escuchadle” es lo que oyen los tres discípulos que acompañan a Jesús en el monte Tabor. Es la voz del Padre, dirigida a ellos y a los que después seriamos, también, los seguidores de Jesús. ¡Escuchadle! Allí están Moisés, el gran legislador, y Elías, uno de los más grandes profetas; ambos pertenecientes al Antiguo Testamento. Ellos fueron guías para el pueblo de Israel; pero Jesús nos trae “nuevos aires”, nuevas revelaciones, nuevos caminos y un novísimo estilo. El Antiguo Testamento ha pasado, ahora estamos en el Nuevo, iniciado por Jesús.. Y es necesario no vivir en el pasado (que sirvió en su momento, y preparó el tiempo nuevo). Por eso las palabras de Dios:”escuchadle”, nos prepara a cambiar el “chic”, a no seguir echando vino nuevo en odres viejos.” A vino nuevo, odres nuevos”. Ahora el nuevo guía del nuevo pueblo (la Iglesia), es Jesús. “¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!”  (2 Corintios 5:17).

Pedro quiere quedarse allí en el Tabor. Vale la pena el espectáculo de “luz y sonido”. ¿Para qué bajar a la realidad del presente, si se puede vivir en el sueño del futuro? “Hagamos tres tiendas”; no importa que los tres apóstoles tengan que dormir a la intemperie; el espectáculo de ver a Jesús tan resplandeciente, prefiguración de su resurrección, y la seguridad que da la altura, merecen la pena. Jesús ya les había hablado de su futuro. Les había hablado de persecución, de sufrimiento y de muerte. Y ese anuncio no era nada atractivo. Además les había dicho que tenían que seguir su mismo destino si querían ser de los suyos. Por eso, se resisten a bajar a la arena del combate.

Hay una palabra que Jesús pronuncia, animándoles en sus miedos: ¡Ánimo, no tengáis miedo!  Y Jesús bajará del monte con ellos, dándoles seguridad, aunque no “seguridades”. Tendrán que correr el riesgo de seguir a Jesús. Y cuando llega el momento de la Pasión, todos (menos Juan) lo abandonarán; huirán despavoridos. Nuevamente el miedo se apodera de ellos. Sin embargo, más adelante, serán capaces de arriesgar y entregar su vida como el Maestro. Esta es la fidelidad del discípulo que es capaz de compaginar el miedo con el seguimiento.

Jesús, al bajar del monte les sella los labios con un secreto. No deben contar a nadie lo que han visto y oído, hasta después de la resurrección. Jesús no busca espectacularidad; cada uno tendrá que ir descubriendo (tendremos que ir descubriendo todos) que la Resurrección pasa por la Pasión, y que no hay mañanas  de Resurrección sin tardes de Viernes Santo.

Vuelve a resonar la palabra del Padre: ¡Escuchadle!  En castellano no es lo mismo “oír”, que “escuchar”. Podemos oír la Palabra, sin que nos mueva a ponerla en práctica. Escuchar es poner interés en lo que se oye, porque interesa, porque vale la pena. Y el cumplimiento de esa palabra será la que de verdad nos lleve al compromiso; porque “creer es comprometerse”.

                                                                                                                                                                                                                                                                              Félix González

4 Responses to “¡Escuchadle!”

  1. Las palabras del Evangelio han hecho tal huella en nuestra sensibilidad y entendimiento que, el menor cambio semántico debido a las traducciones, rechina como lo haría una nota desafinada.
    ¡Escuchadle! -como tantas otras-, es una palabra que detiene la tarde, que deja en suspenso cualquier acción, que acalla los ruidos para ver si al fin oímos.
    ¡Escuchadle! es la recapitulación de las respuestas que no sabemos darnos.
    ¡Escuchadle! tiene el movimiento del grueso telón cuando se abre, irrumpe en la escena y comienza el relato de nuestra verdadera naturaleza.
    “¡Escuchadle!” (Mc 9, 7) y “Cuando sea levantado en alto, atraeré a todos hacia mí” (Jn. 8,27). Entre la hermosa propuesta y la sostenida esperanza, nos extendemos desde la íntima aceptación hasta la inabarcable manifestación.

  2. ¡Cuánto nos cuesta escuchar a alguien más que a nosotros mismos en algunas ocasiones! Incluso a veces pretendemos ayudar a otras personas de la forma que pensamos que es más apropiada, la cual a menudo no coincide con lo que ellas quisieran: algo más sencillo, quizá, que hemos sido reacios a escuchar. También podemos tener la tentación de pensar que ya escuchamos en alguna ocasión a Dios y sabemos lo que nos dice, quedándonos de ese modo desfasados o sin compromiso actual concreto, pretendiendo dejar el Evangelio en el cajón, como si de una reliquia se tratara. “Sabemos” que es Palabra viva y actual, pero el llevar a la práctica ese saber supone un esfuerzo que no siempre nos atrevemos a realizar.

  3. Susana y Ruth: ambas llevais más razón que n santo, como se suele decir, al manifestar lo difícil que es “escuchar”. A veces oímos, pero no escuchamos. Y no solamente me refiero a escuchar a Dios, sino también a las personas, que con frecuencia lo necesitan. Escuchar es, de alguna manera, meterse “en las tripas del otro” (expresión ya consagrada);tratar de ponerse en su lugar. ¡Qué difícil! Lo nuestro, nuestros problemas, nuestro tiempo parece ser, casi siempre, más importante que lo de los demás. Jesús siempre escuchaba. ¡Escuchemos!

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