¿Resignarse o seguir luchando?
Cuentan que “dos amigos que estaban caminando cerca de un circo, se detuvieron al ver un corpulento elefante atado con una ligera cuerda. Uno de ellos, al ver la débil cuerda que retenía al animal, comentó:”Por qué no se escapa, si es lo suficientemente fuerte como para huir? Después de intercambiar algunas ideas, concluyeron que seguramente el elefante estaba atado desde que era una cría. Siendo pequeño, el elefantito habría tratado de liberarse sin éxito alguno; y así fue pasando el tiempo hasta que el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino”.
Esta simpática anécdota me hace pensar en tanta gente que ha arrojado la toalla, incapaz de seguir luchando; y ha acabado por “resignarse” ante las contrariedades y dificultades que se presentan en sus intentos de lograr algo. ¿Es cobardía ante la dificultad? ¿Es falta de esperanza en el éxito? ¿Es desconfianza en sí mismo? ¿O es, simplemente, resignación, que viene a ser la suma de todas las actitudes anteriores?
Resignarse es aceptar una situación sin hacer nada por superarla; es sentirse vencido sin haber peleado suficientemente. La resignación es un sentimiento que te paraliza y te desgasta. Hay que luchar siempre por lo que queremos; nunca hay que bajar los brazos, aunque haya que pelear hasta el final. El pobre elefante acabó por resignarse a no escapar, porque lo había intentado en otras ocasiones (cuando era pequeño) y no había logrado liberarse de aquella cuerda. No volvió a intentarlo. Si hubiera seguido intentándolo, ya siendo grande, hubiera podido escapar. Pero se quedó con la amarga experiencia de cuando era pequeñito.
Las circunstancias pueden cambiar, y cambian. Y, sobre todo, cambian cuando no nos sentimos derrotados, y seguimos intentando conseguir lo que en otro momento no pudimos.
Todo esto se puede aplicar, también, a la capacidad que tenemos de “cambiar”, de convertirnos, de actuar de forma distinta… incluso de “ser santos”, según el mandato de Jesús. Este Jesús no puede mandarnos nada que nos resulte imposible. Es verdad que hay muchas cosas en nuestra contra, empezando por nosotros mismos. He oído decir algunas veces a personas:”yo no soy capaz de concentrarme para rezar, para dialogar serenamente y en profundidad con el Señor”. Hay que seguir intentándolo, y no resignarse a una posible impotencia. Y lo mismo se puede decir de la capacidad de perdonar. No se puede abandonar el intentarlo, porque resulte difícil. Dios no niega su gracia, que es “poder” a quien se lo pide y pone de su parte lo mucho o poquito que sea capaz. Hay un refrán que refleja muy bien esta actitud:”A Dios rogando, y con el mazo danto”. O aquel otro: ”Ayúdate y te ayudarán”.
Otras veces se oye esta queja, reflejo del desaliento: ”lo he intentado tantas veces…” Pues sigue intentándolo; no te quedes con la experiencia amarga del pasado, del fracaso, de la impotencia. Es la misma “cuerda” con que no pudiste entonces, pero tal vez las cosas han cambiado; o tú las puedes hacer cambiar. Es bueno asumir con serenidad y equilibrio, que hay cosas que no están a nuestro alcance, no somos omnipotentes (sólo lo es Dios); pero nunca hay que “resignarse”, porque esa actitud es la confirmación de un fracaso.
Félix González
¡Qué ganas tengo de que un arco iris semejante corone el fin de los sufrimientos humanos!
Nos despertamos con Japón y el reactor 2, con los rebeldes avanzando o retrocediendo en Libia, con nueve muertos en Afganistán por la quema del Corán, y, sin ser noticia, sabiendo que gran parte del mundo está profundamente necesitado, como también sufren los parados o aquellos que quedan fuera del engranaje económico en el que subsistimos.
Valdría la pena no ceder al desaliento, o instalarnos en la resignación de nuestras limitaciones, por todos ellos. Tienen motivos para dolerse y maldecir, y se merecen que nuestro espíritu se tense y no se repliegue y desentienda. Una madre no se olvida de sus hijos cuando están en dificultades, no se rinde, es capaz de dar vueltas en redondo en una plaza y que le llamen ‘loca’. Pues eso, vamos a enloquecer un poco y creer en la esperanza de que nuestra inquietud es activa. La verdadera y mala locura sería buscar, al levantarnos, cómo hacer para tener un día espléndido, sin más.
“Valdría la pena no ceder al desaliento, o instalarnos en la resignación de nuestras limitaciones”. Son palabras tuyas, Susana. Un buen resumen de mi post, dicho brevemente y con acierto. Gracias.
I have a question for you. When was the last time you felt like giving up? I’m not talking about the little things that frustrate us, but when it comes to our goals or dreams we have been working towards. You know what I’m talking about – that feeling of being so overwhelmed that your mind is telling you to quit because there is no way this will ever work out anyway.
Apabila anda berjuang untuk sesuatu, sukar untuk melepaskannya. Anda rasa jika anda berputus asa, anda mengaku kalah. Tetapi pada satu ketika, anda perlu sedar bahawa kadangkala anda sedang bertarung dalam pertempuran yang kalah. Jika kekal dalam pergaduhan bermakna mencederakan diri sendiri atau orang di sekeliling anda, maka sudah tiba masanya untuk meletak jawatan dan pergi. Kadang-kadang ia bukan tentang menang atau kalah – ia tentang mengetahui bila untuk berhenti.