La Ascensión de Jesús
La palabra “ascensión” nos traslada instintivamente a la acción de “subir” (ascender); y subir en el espacio. Así, por ejemplo, llamamos ascensor al artilugio que nos sube, dentro de un edificio, a pisos más altos.
Pero no siempre su significado es el de subir o ascender a alturas físicas. También hablamos de ascender cuando alguien es promocionado a un cargo superior en el escalafón de su profesión, que lleva consigo más dignidad, más mando, mejor posición social…
Cuando hablamos de la “Ascensión de Jesús al cielo” (fiesta que celebramos en este domingo siguiente al 6º de Pascua), tampoco se refiere a un “subir” físicamente a las alturas. En los Hechos de los Apóstoles se lee: “… dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndole irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: Galileos ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo, volverá como le habéis visto marcharse”.
Este texto, es claro que necesita una exégesis (una aclaración). Si el cielo no es “un lugar”, sino el encuentro con Dios, no podemos decir que esté arriba ni abajo. Es una situación, pero no un espacio o lugar. El texto es una manera de decir que Jesús ya no está físicamente con los apóstoles; que después de su muerte y resurrección, Jesús se encuentra con el Padre (como dice el credo: “a la derecha del Padre”). Ahora están sin la presencia corporal del Maestro, y empieza su misión: ¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? Su labor está aquí, en este mundo; es el tiempo de la misión, de llevar la Buena Noticia hasta los confines del mundo.
Ya he dicho en alguna ocasión que la muerte de Jesús, su resurrección, su ascensión y la venida del Espíritu Santo, son realidades que nosotros celebramos por separado (¡tan grande es el misterio, que necesitamos desglosarlo para celebrarlo mejor!), pero que en realidad ocurre todo al mismo tiempo.
Jesús “asciende” (no sube); es decir, adquiere, de alguna manera, un lugar preferente, porque es “el Señor”; porque ha cumplido plenamente la voluntad del Padre, y ha sido constituido Señor de vivos y muertos, con el derecho a juzgarnos “al fin de los tiempos”.
Los apóstoles y los primeros cristianos, cuando hablaban de Jesús, hablaban de “el Señor”. También la Iglesia, nosotros, le llamamos “Señor”, porque el Padre le ha concedido el “señorío” sobre todo lo creado.
Félix González
Jesús, al ser resucitado por el Padre, ABRE el nivel donde está superada la muerte.
Él se manifesta, durante el tiempo intermedio que concede, para que los discípulos pudieran acreditar que SI ha resucitado, pero perteneciendo a un orden superior.
Además, este orden es el definitivo, el Superior, el de Dios, Dios mismo y, en él, estamos todos contados e incluidos porque la creación TODA mana y refluye del y al Dios totalidad.
Dice en Juan 16, 33: “Les digo esto para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo”…como diciendo: he perforado vuestro nivel y he accedido al Nivel, por tanto asciendo y el Espíritu de la Verdad será el que os vaya llevando (ascendiendo) al nivel concebido desde siempre.
La lectura de ayer de Efesios 1, 17-23 lo dice todo sobre el Espíritu, el Padre y Jesucristo y también sobre la Iglesia; por eso, no he sabido donde recortar:
“Hermanos:
Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro.
Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos.”
Buena Homilía, Susana. Si participaras en mis Eucaristías te dejaría el puesto algunas veces. No es broma. Creo que los seglares puede, también, explicar la Palabra de Dios. ¿Por qué no hacerlo en la Iglesia, donde se reune la comunidad de hermanos?
¿Llegará algún día en que la Asamblea tenga también palabra?
Durante años, estuve en una comunidad de base en donde la gente comentaba las lecturas en lugar de hacer el cura la homilía…¡pues nunca abría la boca!, me daba vergüenza. De todos modos, me ha llevado mucho tiempo atisvar algo. Empecé a sentirme impresionada cuando concebí que Dios nos salvaría a todos, por eso deslizo esta idea siempre que puedo.
Ejemplo reciente: “estamos todos contados e incluidos”