¿Por qué esa monotonía en la Eucaristía?
¡Cuántas veces he tenido que escuchar la misma frase, que es, en verdad, un reproche y una acusación, más que una simple apreciación! Para muchas personas la celebración de la Eucaristía resulta tediosa, monótona, y, si se me permite la expresión castiza, infumable. Esa es una realidad, que incluso se aprecia en el conjunto de la asamblea dominical. La pregunta es: ¿por qué tiene que ser tan monótona? ¿Por qué tiene que ser siempre igual? ¿Por qué resulta tan aburrida? ¿Por qué no se introducen más cambios que la hagan más atractiva? Muchas preguntas, para una difícil respuesta.
Ciertamente, la respuesta no resulta fácil, porque en esa confesada monotonía entran en juego muchos factores: el que preside la celebración, la disposición de los que participan en ella, la falta de comprensión de las distintas partes de la Eucaristía, la no captación y conocimiento del rito sacramental, etc… Todo ello contribuye, de forma distinta, en eso que llaman “ monotonía”.
Tratemos de aclarar algunas ideas que ayuden a ordenar la madeja de tantas preguntas.
1.- La Eucaristía es un sacramento que tiene su estructura y su ritmo. No se puede inventar cada vez que se celebra. Celebramos un acontecimiento (salvador), que siempre es el mismo. Si nos fijamos, nos daremos cuenta de que cualquier celebración civil tiene también su estructura, que se repite cada vez que se retoma el acontecimiento: una boda, una fiesta de amigos, etc…
Pueden variar los detalles no esenciales, se puede dar mejor o peor ambiente, que depende de las personas que celebran.
Quedando esto claro, no cabe duda de que la Eucaristía puede hacerse con mayor o menor entusiasmo, participación, gusto, festiva; con mayor o menos participación por parte de todos, etc. Y esto sí que depende del que preside, que sepa darle al rito más cercanía, hacerlo más comprensible y acomodado a la asamblea; puede darle un tono y ambiente más festivo, puede darle un verdadero sentido de fiesta familiar, eclesial.
También depende de los miembros de la asamblea que celebra: que sean participativos, que celebren por convicción y no por rutina; que vayan con el alma abierta a las gracias que nos aporta, al sentido de entrega y ofrenda de sí mismos, junto con Cristo; que estén dispuesto a acoger la palabra de Dios…
Para todo ello hace falta un poco más de imaginación, de sentido sacramental, de comunidad en camino.
La Eucaristía de por sí, no es aburrida ni tediosa, pero nosotros sí que podemos ser aburridos, o hacerla aburrida. Repito que hay maneras de hacerla más atractiva, sin cambiar la estructura. Pero para ello, todos tenemos que estar dispuestos a conseguirlo, desde el que preside hasta los que participan en la celebración: acogida, cantos apropiados, participación, ofrendas, sentido comunitario. ¿No sería bueno que con motivo del comienzo de este nuevo año litúrgico tomásemos la decisión y el empeño de que la Eucaristía resultase más cercana y atractiva?
Félix González
Quizás damos por hecho que la baja intensidad con la que nos acercamos es suficiente.
La Palabra debería trastocarnos, una y otra vez. Los Salmos, hacernos cantar y llorar. El Pan partido y repartido, abrumarnos de responsabilidad. Comemos el alimento del reparto de la vida y continuamos sin repartir, salimos de la celebración, reducidos a nuestra dimensión más limitada después de haber rozado nuestras posibilidades más altas.
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