¿Navidad “dulce”, con campanas?

Navidad, Navidad, / hoy es Navidad / con campanas este día hay que festejar.
Navidad, Navidad / porque ya nació / ayer noche, Nochebuena, / el niñito Dios.

Este popular villancico nos habla de una Navidad “dulce” y con repique de campanas. Generalmente los villancicos distorsionan la realidad, en un afán de hacerla alegre, soñadora y hermosa. Es un afán compresible y disculpable; pero no se ajusta a la realidad (al menos actualmente). ¿Por qué? Sencillamente, porque ni fue así entonces, ni lo es hoy día.

La verdadera Navidad fue en un establo, sin matrona, con dos únicos espectadores: uno con cuernos, y otro con grandes orejas. Y todo, “porque no hubo lugar para ellos en la posada”. Noche fría, sin estrellas, porque la más reluciente de todas, estaba reclinada en un pesebre. Eso fue ayer, un ayer de dos mil años. No fue “dulce” Aquella Navidad, ni tampoco resonaron las campanas. Pero ¿y hoy?

Preguntemos a tantos sin techo, sin siquiera un establo; sólo con unos cartones y una manta raída, y el frío metido en los huesos. Preguntemos en la casa de los que carecen de oficio y beneficio (los parados contra su voluntad); preguntemos a los ancianos que comparten la navidad sólo con su soledad y su tristeza; preguntemos a los enfermos graves en los hospitales, desahuciados y sin esperanza, rodeados de batas muy blancas, pero con la negra noche metida en su alma; preguntemos a tantos que sufren depresiones porque la vida no les sonríe. Sigamos preguntando a tantos y tantos huérfanos o abandonados en la frialdad de un orfanato, sin calor de paañidosdres. Sigamos preguntando, y sabremos la verdad, que no es otra que una Navidad “amarga” y sin tañidos de arpegios. ¿Por qué dicen los villancicos:”dulce Navidad”?

Y la culpa no es del que vino en aquella noche histórica, para sacarnos a todos de la indignidad, porque era el Salvador, el Liberador, el Esperado. La culpa es de los que matan la esperanza, los que rompen la ilusión, los que repiten el refrán más egoísta que se ha escrito:”ande yo caliente, y ríase la gente”. Si sólo unos pocos andan calientes, todos los demás sufrirán frío, desamparo, tristeza y soledad. Y, como dijo el Señor:”El que esté sin pecado, que tire la primera piedra”. No creo que pudiéramos muchos arrojarla. Y sólo nos queda, como aquellos vengativos fariseos, huir con la cabeza baja.

He oído a bastante gente decir que la Navidad les produce una cierta tristeza. Y no creo que sea sólo porque siempre suele faltar algún ser querido que se marchó para siempre. Creo que también debe ser porque, tal vez, se intuye la injusticia de un mundo roto e insensible a los verdaderos valores de la Navidad.

No están mal las luces que engalanan las calles de nuestras ciudades, pero siempre que llevemos algo de luz a los que viven en tinieblas; no está mal que cantemos villancicos y gastemos un poco más en las comidas, pero siempre que puedan sonar panderetas en el alma de los pobres, y tengan el alimento que sus cuerpos necesitan. Entonces podremos celebrar la Navidad sin remordimientos y sin tristezas.

Félix González

 

2 Responses to “¿Navidad “dulce”, con campanas?”

  1. He pasado años de sentirme incapaz de colgar adornos en casa por Navidad.
    Este año sí he puesto. Porque entiendo que sigue llegando la salvación, porque veo la dureza pero también la grandeza humana y porque Jesucristo está con nosotros mientras podamos pronunciar: nosotros.

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