El río que no quiso llegar al mar
Apoyado en el quicio de mi ventana, casi absorto, contemplo cómo el río se desliza majestuoso, sin prisa, dosificando el tiempo. De vez en cuando, en alguna de sus muchas vueltas y revueltas, parece remansarse para observar con más detenimiento el paisaje, cuyas márgenes riega, generoso y placentero.