Se fueron con Él
(II Domingo del Tiempo Ordinario)
En este II domingo del Tiempo Ordinario, tanto la primera lectura, tomada del Antiguo Testamento, como el Evangelio, nos hablan elocuentemente del seguimiento de Cristo. Dios llama, Cristo llama, y su llamada exige una respuesta.
El joven Samuel, cuando es alertado por el anciano Elí, de que quien le llama puede ser Dios, tiene la única posible respuesta: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”. Primero hay que estar abierto a la posible llamada, y después estar decidido a dar la respuesta. Esta doble actitud es lo que facilita el “seguimiento”. Sin llamada no puede haber respuesta, y sin respuesta, la llamada es de alguna manera irrelevante. Dios siempre llama; el hombre no siempre responde. Y la respuesta no debe dilatarse.
Pero no siempre la llamada es tan directa como a Samuel. A veces, con frecuencia, se necesita el anuncio para poder estar en disposición de escuchar la llamada. Es el caso de Juan Bautista, que anuncia a sus discípulos, el paso de Jesús, “el cordero de Dios”.
Entonces, la reacción de esos discípulos es ver y seguir tras él. Esperan conocerlo, siguiendo sus pisadas. Y llega la pregunta de Jesús:”¿qué queréis? Todavía no hay llamada. Jesús desea saber cuál es su curiosidad al caminar tras él. Ellos quieren saber dónde y cómo vive. Sabiendo dónde se vive, se suele saber cómo se vive. No es lo mismo vivir en una chabola, que vivir en un palacio o en una urbanización confortable. Y según el dato conocido, se obtiene ya el primer conocimiento de la persona.“Rabí, ¿dónde vives?”.
Pero hay que comprobarlo experimentalmente; no es suficiente una descripción del lugar. Por eso Jesús dirá: si verdaderamente queréis saberlo, si no es una mera curiosidad, “venid y lo veréis”. Y fueron, y se quedaron con él.
Ha habido una llamada y una respuesta. Y este binomio “llamada-respuesta” fue tan importante, que el evangelista recuerda con exactitud la hora:”Eran como las cuatro de la tarde”. Sólo para los acontecimientos que marcan fuertemente la vida, se recuerdan las circunstancias, la hora y el lugar.
Y fue tan gratificante el encuentro y la estancia, que aquellos primeros discípulos de Jesús, se sienten en la necesidad de comunicárselo a otros; se convierten ya en anunciadores de la “buena noticia”, comienzan a ser evangelizadores. Encuentran a Simón y le dicen: “Hemos encontrado al Mesías”. Y después serán otros los llamados y otros los evangelizadores.
Hoy, a partir de estos textos de la Palabra de Dios, se nos invita fundamentalmente a dos cosas. Primero, a anunciar lo que hemos recibido ya nosotros. Anunciar a Jesús como convocante (con la posibilidad y casi certeza de pronto o más tarde llamará).
En segundo lugar, estar atentos a las llamadas de Dios; tener abiertos todos los oídos, para escuchar, y tener voluntad para responder.
Félix González
Para seguirle no basta con decir que somos de los suyos.
Sin oración -diaria-, sin la toma de contacto con nuestra vanidad para fulminarla, con horizontes que terminan en los que quiero y con el humor cambiante, dificilmente pasaremos del primer y fervoroso paso.
No basta, ciertamente. Y la oración es fundamental. Sin un trato frecuente con Dios, se pierde la comunicación. OK.
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