Corazones en red

Que no tema nadie, ni se malicie, de que voy a hacer propaganda de ningún partido. Cada persona tiene su modo de ver las cosas, su autonomía y su criterio. Y lo mismo que me gusta que me respeten mis decisiones, quiero respetar las decisiones soberanas de todos. Mi objetivo con estas líneas, no es otro que hacer una breve reflexión de sentido común. (¿el menos común de los sentidos? como diría alguno).

En primer lugar diré que todos tenemos “derecho” a votar. Y a votar según su propia conciencia le dé a entender. Procurando siempre estar lo mejor informado que se pueda. Y unos podrán más y otros menos. Y sospecho que también tenemos “obligación” de votar, porque se trata del bien común, y de ejercer la responsabilidad ciudadana. Derechos y obligaciones suelen ser correlativos.

Creo que a la hora de ejercer el voto, tendríamos que borrar de nuestra mente  ciertos “apellidos” que ponemos a las personas o a los partidos. Ni izquierdas, ni centros, ni derechas. Hace poco he citado la frase de Aristóteles: “amigo de Platón, pero más amigo de la verdad”. Que llevado a mi terreno, quiero decir que no hay que dejarse llevar de lo que otros piensen, o de las siglas que porte. Votemos lo que nos parezca mejor para todos, o, al menos, para la mayoría.

Vamos a votar lo que nos parezca mejor para el conjunto del pueblo andaluz, para sus gentes. Y sobre todo para aquellos que más apoyo necesitan, debido a su precariedad: parados, marginados, pobres. Los ricos, los poderosos, ya podrán salir adelante, sin necesidad de mucho apoyo. Los que no pueden salir del hoyo son los menos favorecidos de la sociedad, los que participan menos (o nada) en el reparto de la tarta.

Nuestro voto debe ser bien reflexionado, para que sea responsable. No todo da lo mismo, ni todas las opciones son iguales. La vida de las personas, su vivir diario, su bienestar, su felicidad, depende, en no poca parte, de esos votos que vamos a emitir próximamente. Que no nos traicione el subconsciente, ni nos influya el vecino o el amigo, porque nos traicionaríamos a nosotros mismos.

He oído decir algunas veces, con motivo de otras elecciones, que no vale igual (en el recuento, sí) el voto de la gente sencilla, y en algunos aspectos más ignorantes o de menos cultura, que el voto de los “preparados”, las élites bien formadas… Es falso de toda falsedad. Todos saben lo que desean, lo que quieren; y cada uno  sabe sus propias necesidades y  aspiraciones mejor que nadie. Y tiene derecho a pedirlas  y exigirlas con su voto. El pueblo, en general, además de ser soberano, es sabio.

Los señores Obispos han dado unas orientaciones, que me parecen fuera de toda oportunidad, y en las que se adivina la inclinación por algún partido. Lo mejor que pudieran haber hecho, es animar al voto; y santas pascuas. Cada uno con su conciencia y sus criterios.

Ya se encargan los partidos (todos) de tratar de influir en los electores. Y no siempre con objetividad, sino tratando de “arrimar el ascua a su sardina”. Ninguna de sus palabras, son Palabra de Dios, y además cada cual (cada votante) tiene derecho a decir su palabra, la suya, no la prestada o encadenada. Pero hay que ejercer ese sentido común del que hablaba; y sobre todo la reflexión seria que exige una acción en conciencia.

Por otra parte, pienso que es más fácil votar y acertar cuando se trata de una autonomía, que cuando se trata de todo el Estado. Porque es más fácil opinar sobre aquello que ocurre o deja de ocurrir donde uno vive, goza o sufre, que donde las diferencias de regiones o autonomías son tan diversas.

                                                                                                Félix González

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