Dos visiones distintas: desde arriba y desde abajo

Si uno sube a la montaña, necesariamente tiene otro punto de vista distinto del que se quedara en la falda de la montaña. Desde arriba se puede ver más y mejor, aunque todo más pequeño, con menos detalle. Desde abajo, se ve menos, pero más grande, más como es todo en la realidad. Es cuestión de horizonte y de mayor o menor cercanía.

Me sirve esta imagen de la montaña para hablar de la Iglesia. La Iglesia es una. No existe una Iglesia jerárquica y otra Iglesia pueblo llano. Pero sí que son dos situaciones desde donde se ve y se mira de distinta manera.

Pero hay otra valoración a la hora de ver o distinguir algo. No es lo mismo lo que ve el que tiene miopía, con muchas dioptrías, o está cercano a la ceguera, que lo que puede ver, y ve, el que tiene la vista perfecta. Y esto, también vale para captar la imagen real de la Iglesia. Y aún podíamos añadir otra situación, y es aquella que responde al dicho popular:”no hay mayor ciego que el que no quiere ver”. Todas estas imágenes son aplicables a nuestra Iglesia actual.

La cúpula de la Iglesia, (Vaticano, Obispos…) parece estar en la cúspide de la montaña. Tiene posibilidad de ver más horizonte, pero lo ve todo más pequeño,  no aprecia el tamaño de los males que aquejan al mundo y a la Iglesia. Todo está en su sitio, no se aprecian los defectos. Desde un avión, vemos el paisaje en miniatura (los ríos, pequeñitos, las montañas, pequeñitas, las ciudades, pequeñitas), y además, no se captan los problemas que aquejan a las personas; se está demasiado lejos. Sin embargo, a pie de suelo, se oye a la gente, se habla con la gente, se conocen los apuros y dificultades de la gente, se palpa el descontento, la indiferencia, el rechazo a las instituciones que no responden a sus expectativas, deseos y necesidades.

Mientras la Iglesia-pueblo se va apartando cada vez más de lo institucional, de sus dirigentes, de sus normas, de sus parafernalias… la parte de iglesia que vive en la cumbre, que ordena y manda, que no baja a la arena del coso, sino que permanece en la barrera o en el palco, desconoce la realidad, o prefiere mirar para otro lado, para no ver el dolor, el desánimo, el abandono, la indiferencia creciente hacia una Iglesia que no es la que tiene derecho a esperar. No hablo ni pienso en mala voluntad, sino de error, de miopía, de continuismo estéril, de falta de confianza en el Espíritu y en las personas. El mundo camina, la Iglesia está parada o da pasos hacia atrás. Una postura poco realista, poco evangélica, poco inteligente.

Mientras nuestras “autoridades” sigan enrocadas en “su verdad”, intangible, inmovilista y sin una visión realista, la Iglesia “Pueblo” de Dios, seguirá abriendo una brecha mayor, caminando sin contar con sus pastores.

Mientras el nombramiento de Obispos siga una sola línea, la más tradicional, la marcada por instituciones como el Opus y otras más o menos conservadoras, la Iglesia seguirá empobreciéndose por inanición.

Se habían puesto ciertas esperanzas en la elección de Benedicto XVI, pero no se han cumplido las expectativas.

Mientras los Papas sigan siempre italianos o europeos, seguiremos siendo esclavos y deudores de una Europa sin fe, sin coraje para revivir de sus cenizas, a ejemplo del Ave Fénix.

Mientras la investigación Bíblico-teológica siga perseguida en una absurda e implacable “caza de brujas”, mientras el centralismo eclesial siga siendo el eje de toda acción, las cosas no podrán cambiar.

Mientras las intuiciones del Concilio Vaticano segundo, sigan soterradas, olvidadas o denostadas, la esperanza en una nueva y renovada Iglesia, seguirán esfumándose, y el Espíritu Santo seguirá encadenado.

Pero aún queda una esperanza; aquella que no puede perderse, porque “yo estoy con vosotros hasta el fin del mundo”; aquella de que algo se mueve en la base, aunque con dolor y sangre, con entusiasmos y decepciones, con la fidelidad a un evangelio fundado en las palabras de Jesús:”el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”.

Sigamos manteniendo esa esperanza, y trabajando por el Reino, a pesar de los que están en lo alto de la montaña, o durmiendo en la complacencia del “nihil innovetur, nisi quod traditum est” (que nadie cambie, manténgase lo de siempre).

Criticar algunos aspectos de la Iglesia no significa no amar a la Iglesia. Todo lo contrario. Sólo el que la ama de verdad, tiene derecho a criticar sus defectos. Criticar significa analizar, y sólo se analiza algo, cuando se tiene interés por ello. Yo la amo, como he dicho otras muchas veces; me siento iglesia. Es mi madre en la fe, y a las madres hay que amarlas. No se las puede ignorar, ni nos pueden ser indiferentes. Por eso la deseo mejor, más actualizada, más evangélica.

                                                                                                       Félix González

One Response to “Dos visiones distintas: desde arriba y desde abajo”

  1. No sé, pero si no quedamos conmovidos por saber que somos hijos de Dios, con el Espíritu presto a llevarnos a cada uno hasta nuestra santidad; si esperamos en un Dios que actúe desde fuera; si nos parece que Dios permanece en silencio podría darnos lo mismo creer en Júpiter o Mercurio “Y llamaban a Bernabé, Júpiter, y a Pablo, Mercurio, …” (Hechos 14,12).
    El mensaje, el Evangelio, no se está transmitiendo, no hay contagio. La religión se vivencia como el colchón que parará el golpe el día de la muerte para entrar en ese futuro Reino donde todos quedaremos consolados.
    Sin embargo, el Reino es hoy y soy yo en mis dimensiones temporal y espaciales. La Iglesia es el misterio de nuestros santos momentos tejidos para ser ocasión del proceso de salvación, inmersa en la realidad acabada y presente de Cristo.
    Esto es lo que debería conmocionarnos: sabernos umbral de Dios, ya que actúa a través nuestro. Estamos en el atrio de su Santuario y guardamos la puerta. Sabemos que también somos los otros y que podemos desprendernos del egoismo y comprender de una vez. Nuestro contorno no es nuestra figura sino el mismo Dios.
    .
    Lo que acontece y denuncias y suscribo en la Iglesia es el camino lógico de los que no han entendido. Si tenemos el mínimo atisbo nos tenemos que DERRETIR, la Iglesia de Cristo encontrará el camino para encauzar las lágrimas y las miserias abandonadas, a nosotros incumbe la propia santidad, lejana pero apasionante, inalcanzable pero acercada, irrealizable pero conseguida por Cristo.

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