Corazones en red

Sigue el rocambolesco “affair” de los documentos privados del Vaticano. Cada día los periódicos nos informan de nuevas apariciones en la prensa sobre dichos documentos secretos. ¿Hasta cuándo durará el culebrón informativo, y qué alcance tendrá? Por ahora es imprevisible, pero ciertamente reprobable.

Toda institución tiene derecho a tener cierta información privada. Y el Vaticano, también. Sin embargo, un poco más de “luz y taquígrafos”, disminuirían el riesgo de violación de secretos. Demasiado secretismo, que aumenta la desconfianza.

Mucha gente se pregunta qué hay detrás de todo ese asunto, quién está detrás de esas filtraciones, hasta dónde llega la cadena de implicados, y otras muchas preguntas sin respuesta por ahora.

Ese animalito que se llama topo, es más bien pequeño, y casi siempre está escondido bajo tierra. Pero va abriendo los surcos bajo tierra, minando el campo, destruyendo las cosechas. Parece inofensivo, pero puede llegar a ser muy peligroso. Recuerdo que hace unos años hubo una plaga en algunos terrenos de una región española, que trajo de cabeza a los labradores, y a los encargados de exterminarlos. Los “topos” humanos son más peligrosos todavía, porque destruyen la confianza, traicionan los secretos, y son difíciles de exterminar. Por medio están los intereses creados y la falta de moralidad. Existen en la política de las naciones, sobre todo en épocas de guerra fría, existen en las grandes empresas, existen en la vida privada (pensemos en los detectives a sueldo), es una plaga difícilmente extinguible. Y muchas veces se trata de personas de las que jamás se sospecha; ahí reside su eficacia.

¿Qué o quiénes serán los topos que han aparecido en el corazón del Vaticano, en lo más representativo, en la cercanía del mismo Papa?

Por ahora es una verdadera incógnita que debe despejarse como en un problema de algebra. Pero nada hay bajo el sol que no llegue a ver la luz y descubrirse. En el Vaticano, por su propia idiosincrasia y secretismo, es posible que tarde en saberse, pero se sabrá. Mientras tanto no debemos hacer elucubraciones y cargar el mochuelo a unos u otros. La prudencia es una virtud, y el Vaticano tiene mucha de esa virtud. Lo deseable es que los periodistas y medios de información hicieran, también, gala de esa virtud de la prudencia y de la discreción.

Esperemos que todo pase como tormenta de verano; pero, eso sí, después de aclarar los hechos. Tal vez la cosa no sea de tanta trascendencia y tan noticiable como quisieran algunos medios de comunicación.

                                                                                                         Félix González

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