Corazones en red

Esta parábola de Jesús, que tantas veces hemos escuchado, y probablemente reflexionado, es una verdadera joya del Evangelio (Si es que hay algo de él que no sea una joya). Dos protagonistas principales ocupan la parábola. Un Padre que es todo entrañas de misericordia y perdón. Y un hijo desaprensivo, comido por el deseo de independencia, sin consideración a la ancianidad del Padre. “Dame la parte de la herencia que me corresponde”. Esto es lo que pide, mejor diría exige, el hijo. La bondad del Padre accede con dolor, porque conoce al hijo y sabe que la vida le va a zarandear bien, por su poca cabeza. Pero espera que el desengaño le devuelva a sus brazos y a su hogar. Y así ocurre. Después de malgastar la herencia recibida, y sufrir el desengaño y el empobrecimiento, vuelve, arrepentido, a casa del Padre.  Pero ¿querrá perdonarlo y acogerlo nuevamente como a un hijo? No está muy seguro. Le pedirá que le admita como a uno de sus criados. Sabe de su ingratitud, sabe de su orgullo, sabe de su pecado, y acepta la humillación de pasar de hijo a criado. Pero el Padre, lleno de entrañas de misericordia y de perdón, piensa de otra manera. Aquel hijo necesita ahora la mejor acogida, y reincorporarlo a la familia. Estaba perdido y ha sido hallado; estaba muerto y lo hemos recuperado. Sólo un Padre con entrañas de madre, como es Dios, es capaz de tal milagro. Un abrazo de bienvenida, un vestirle de arriba abajo, tirando los andrajos que portaba, y una gran fiesta para celebrarlo. Jesús lo dijo:”Hay mayor fiesta por un pecador que se convierte, que por noventa y nueve justos que no lo necesitan”. ¡Qué pozo profundo de misericordia y perdón! El Dios fuerte y todopoderoso, se recubre de debilidad, y olvida la ofensa. ¿Quién no se ha visto, alguna vez, retratado en este hijo injusto, desaprensivo, orgulloso de su propio valer, independiente y caprichoso? ¿Quién no se ha alejado, alguna vez, de la confianza y amor del Padre-Dios? ¿Hay alguien que no se considere pecador? ¿Quién no ha asumido en el teatro de la vida, el papel del “hijo pródigo”? Y ¿quién no ha tenido la suerte de encontrarse nuevamente con el Padre, en forma de perdón, de comprensión y de reconciliación?

La parábola nos habla de un Dios bueno, frente a nuestros fallos y deslealtades. Nos habla de arrepentimiento y de perdón. ¡Cuántas veces hemos rezado: ”perdona nuestras ofensas”, y cuántas veces hemos escuchado, sea en el sacramento del perdón o en lo más íntimo de nuestra alma:”Yo te perdono”. Dice el refrán popular, que ”el que no es agradecido, no es bien nacido”. Pues bien, todos nosotros que nos consideramos de “buena cuna”, debemos agradecer continuamente, a nuestro Padre-Dios el hecho de acogernos, nuevamente, tras cada infidelidad o caída.

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