El Evangelio puesto al día
Me acaban de mandar estas líneas que considero que no tienen desperdicio. Es el evangelio del domingo pasado (la mujer adúltera), puesto en términos actuales: Creo que es válida la trasposición. Y tal como me lo han enviado, lo envío yo a mis lectores.
“Entonces se sentó y se puso a enseñarles. Algunos hombres poderosos le llevaron a una mujer que había abortado. Era inmigrante, como la mayoría de las que abortan en nuestro país. La ponen en medio y le dicen: “Maestro, esta mujer ha abortado. Intenta excusarse diciendo que su jefe la habría despedido de su precario trabajo en caso de haber continuado el embarazo, y que se habría quedado sin medios para sacar adelante a los dos hijos que ya tiene. Pero eso no la disculpa. De acuerdo con el Código de Derecho Canónico y el Catecismo de la Iglesia Católica el aborto es un pecado muy grave, más grave que provocar una guerra o un genocidio, y merece la excomunión. Además, aquí hay un grupo de personas que se manifiesta a menudo para pedir que el aborto en cualquier circunstancia sea un delito castigado con penas graves: de este modo protegemos la vida, para agradar a Dios. ¿Tú qué dices?” Esto lo decían para tentarlo, para tener de qué acusarlo. Pero Jesús callaba. Como ellos insistían, se incorporó y les dijo: “Aquel de vosotros que esté sin pecado, que empiece a redactar el decreto de excomunión”. Al oír estas palabras, se fueron retirando uno tras otro, comenzando por empresarios que despiden a mujeres embarazadas y por obispos que para realizar una obra o servicio en su diócesis contratan exclusivamente a profesionales varones, no fuera a ser que tuvieran la mala suerte de contratar a una mujer y esta se quedara embarazada. Y se quedó solo Jesús con la mujer. Jesús le dijo: “Mujer, ¿nadie te ha condenado?” Ella respondió: “Nadie, Señor”. Jesús le dijo:”Tampoco yo te condeno. Vete, que tus hijos te esperan”.
También dijo Jesús: “Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva”.
Estamos acostumbrados a leer el evangelio como algo que pasó hace dos mil años. Pero el evangelio es para ayer, para hoy y para mañana. Y si no lo traducimos a nuestro “hoy”, se pierde en el tiempo.
Félix González
Perfecta la analogía.