Corazones en red

Podría parecer que es lo mismo “dar” que “compartir”; pero hay una gran diferencia, a mi modo de ver, entre ambos verbos.

Cuando doy algo, estoy haciendo una donación de lo que es mío. Cuando comparto, estoy proporcionando a otro lo que es de los dos. Me explico.

Hay cosas que son exclusivamente mías. Y puedo darlas o quedármelas. Cosas que no son necesarias para la supervivencia de otro, o para el estado del bienestar y dignidad del otro. Cosas, por ejemplo, que no tienen valor numismático, sino exclusivamente sentimental. Puedo desprenderme de ello o retenerlo, darlo o no darlo, y no cometo ninguna injusticia.

Existen, por el contrario, otros bienes, que en una situación especial otro las necesita: en lo material puede ser dinero, alimentos, vestido, etc…Y en el orden afectivo: cariño, consuelo, consejo, respeto,  etc…

La moral cristiana nos dice que “en caso de necesidad (más si es extrema), todos los bienes son comunes. En ese caso, tengo la obligación moral de compartirlos con el necesitado. Ya no se trata de “dar”, sino de “compartir”.

Cuando existen unos bienes comunes lo correcto es compartirlos. Y eso, no porque quiero, sino porque debo.

Esta reflexión es muy útil en la situación actual de crisis, en la que tantos tienen necesidad de todo.

Hay quien da, pero no comparte. Tiene la sensación de dar, porque no se siente obligado a compartir. Y no nos damos cuenta de que lo que creemos nuestro, no lo es; es nuestro y del otro. Y si me lo quedo, cometo una injusticia, robándole al prójimo lo que le pertenece en derecho.

Esta doctrina de los bienes comunes, resulta, para muchos, inaceptable e incomprensible, porque tienen muy arraigada en su propia carne, la teoría (falsa) de la propiedad privada, que tiene unos claros límites.

Y ¿hasta dónde debe llegar ese compartir? Hasta donde tú puedas y el otro lo necesite. Porque no se trata de “desvestir a un santo para vestir a otro”. No; aunque muchos santos lo hicieron. Se trata más bien, de tratar de vestir al desnudo, sin quedarte tú en cuero, aunque sí con menos ropa, o ropa menos valiosa.

¿Será verdad lo que se nos dice en el libro bíblico de los Hechos de los Apóstoles: que “los cristianos de los primeros tiempos tenían todo en común, y nadie decía ser suyo, exclusivamente, lo que tenían, sino que lo ponían al servicio de los necesitados?

                                                                                                               Félix González

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