Kierkegaard, filósofo religioso
No voy a hablar del existencialismo de Kierkegaard, ni de su filosofía en general. Tampoco de su biografía. En este caso sólo voy a hacer hincapié en una de sus afirmaciones, por relación a algunas preguntas que me hacen con relativa frecuencia.
Se trata de las dudas de fe. Dice él, que “para tener verdadera fe en Dios, uno también tendría que dudar de su existencia; la duda es la parte racional del pensamiento de la persona, sin ella la fe no tendría una sustancia real. La duda es un elemento esencial de la fe, un fundamento. Dicho de otro modo, creer o tener fe en que Dios existe sin haber dudado nunca de tal existencia no sería una fe que mereciera la pena tener. Por ejemplo, no requiere fe el creer que un lápiz o una mesa existen, puesto que uno los puede ver y tocar. Del mismo modo, creer o tener fe en Dios es saber que no hay un acceso perceptual ni de ningún otro tipo a él, y aun así tener fe”.
Hay muchas personas creyente que tienen dudas sobre algunos aspectos de la fe, incluida la existencia de Dios. Aunque no todos lo confiesan, hay quien se siente preocupada por el hecho de tener dudas. Y se preguntan: ¿es que no tendré fe?
Los únicos que nunca tienen dudas de fe, son los que no tienen fe. Normalmente, nadie se libra de de tener alguna duda a lo largo de su vida. Las dudas son inherentes a la fe. Y por eso, no la disminuyen.
Como dice Kierkegaard en el párrafo citado, “no requiere fe el creer que un lápiz o una mesa existen, puesto que uno los puede ver y tocar.” Lo que es patente o percibido por los sentidos no es objeto de fe, sino de evidencia.
Suele decirse que la fe es un salto en el vacío. Esto me recuerda el hecho de tirarse en paracaídas desde una gran altura; a la mayoría nos da miedo y nos entra la duda de si aterrizaremos bien o nos estrellaremos contra el suelo. Lógico y normal.
Pero lo propio de una fe bien fundamentada y fuerte, es seguir creyendo, seguir confiando, a pesar de que la duda o las dudas nos cerquen. La fe se fundamenta en la confianza. La fe no es racional, pero es razonable. Las dudas sí son “racionales”, y en parte, “razonables”.
Félix González[
Además, pienso que la fe evoluciona con la persona.
Las aproximaciones mentales que hacemos para sustentar la fe van quedando anticuadas porque no despiertan la emoción que suscitaron en su momento y esta situación va dando paso a nuevas ventanas al misterio, al que cada vez percibimos más hondo.
Susana: es verdad, como dices, que “la fe evoluciona con la persona”, y también es verdad que la persona evoluciona con la fe. Cuanto más madura sea una persona, más madura debe ser su fe. Si hacemos el ejercicio de echar la mirada atrás en nuestra vida, desde la niñez, juventud y mayoría de edad, podremos constatar cómo ha evolucionado nuestra fe.
Sí, amigo mío, la persona evoluciona con la fe. Cada decisión tomada sin traicionar las propuestas de Jesús: esas que resuenan como verdaderas, que en nuestro interior han cincelado un trazado, que cuando es necesario (siempre) guían nuestras palabras o nuestra compasión y neutralizan el ‘yo’ inoportuno.
Alguna vez me he sorprendido preguntándome:
-¿Cómo he dicho algo tan noble sin nunca lo había pensado así?
-¿Por qué he decidido no reaccionar si me sobran la razón y los argumentos?
Pues sí, en ocasiones podemos percibir que Dios hace morada en nosotros. Sinceramente es mi experiencia de Dios.
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