Corazones en red

(La ascensión del Señor  al cielo)

Para los apóstoles, la muerte de Jesús supuso un gran trauma. Se lo esperaban, pero no acababan de creérselo. Lo cierto es que se quedaron como huérfanos y desamparados. A la ausencia de Jesús, se añadía el miedo a ser perseguidos por pertenecer al grupo del ajusticiado. A pesar de los signos de que Jesús había resucitado, atestiguado por las mujeres que fueron al sepulcro vacío, la realidad era de desconcierto. Probablemente, algunos volverían a sus trabajos.

Por eso, Jesús se les aparece varias veces, para darles ánimo. Pero Jesús, una vez resucitado, su lugar está en el cielo, junto al Padre. Se tiene que ausentar, tiene que dejarlos solos ante la inmensa tarea que les espera, aunque les promete su ayuda, y sobre todo la del Espíritu Santo.

Hoy celebramos esa despedida de Jesús: su Ascensión a los cielos. Ya han recibido el Espíritu Santo, pero lo recibirán más tarde, en plenitud. Por eso el próximo domingo celebraremos la fiesta de Pentecostés, la venida del Espíritu.

El destino final de Jesús, como el nuestro no será este mundo, sino el cielo. Nos decía el evangelio que hemos leído que ”Jesús, los sacó hacia la ciudad de Betania, y levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos, subiendo hacia el cielo”. Es una manera que tiene el evangelista de describirnos la Ascensión del Señor.

Jesús está ya en el cielo, como dice la oración del credo, sentado a la derecha del Padre, es decir en el lugar de honor. Ha sido fiel a su Padre, y ahora obtiene la recompensa.

Lo mismo que ocurre con la resurrección, que es garantía de nuestra propia resurrección, así también, la ascensión al cielo de Jesús, es la garantía de nuestra subida al cielo.

Demos gracias al Señor porque nos indica el camino de la glorificación. El camino es el recorrido que él hizo en la tierra, el evangelio. Si lo seguimos, llegaremos, también a la resurrección y a la ascensión.

Félix González

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