Corazones en red

Hace años que Caritas existe, realizando su labor de ayuda a los más necesitados. Pero nunca había alcanzado la importancia y desarrollo de nuestros días. La crisis estructural que nos aqueja ha obligado a esta institución de la Iglesia a crecer en número y magnitud. Basta con acercarse a cualquiera de las parroquias (unas más que otras), ciertos días y a ciertas horas, para comprobarlo.

El nombre de caritas, hoy, suena en todos los ambientes; unos porque son beneficiarios, y otros porque son benefactores. Unos porque dan y otros porque recibe. Existe lo que se llama “comunicación de bienes”.

Pero en una gran mayoría de las personas, tanto de donantes como de beneficiados, consideran a Caritas como algo aparte de la parroquia en sí. Como una institución de la Iglesia, pero independiente y ajena a la parroquia. Crasa equivocación.

Debemos tener muy claro que Caritas no son unas personas, que llevan a cabo las diversas actividades de la misma, sea de asistencia, de promoción o de formación. Caritas es toda la parroquia. Caritas es la expresión caritativa, fraterna, amorosa, de toda la comunidad parroquial.

La opción por los pobres es fundamental en la preocupación y la misión de la Iglesia, tanto de la Iglesia universal, como de la iglesia diocesana o parroquial. Y eso es así, porque la misión de Jesús fue optar por los pobres, por los necesitados. Y la Iglesia debe seguir la opción de Jesús. “Dios es amor”, nos recuerda San Juan. Y la Iglesia debe mostrar ese amor de Dios a todos, pero en especial a los más débiles, pobres y necesitados.

La Caridad (el amor) es el hilo conductor que debe recorrer toda la acción de la Iglesia (a todos los niveles). De lo contrario, somos, como dice el Apóstol en la Primera Carta a los Corintios: “Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor (caridad), no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden. Ya podría tener el don de predicción y conocer todos los secretos y todo el saber; podría tener una fe como para mover montañas; si no tengo amor, no soy nada.

Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve”.

Es importante que todos descubramos esa dimensión de la parroquia. No se trata de hacer cosas, sino de vivir la caridad, que nos llevará a hacer cosas.

Félix González

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