Corazones en red

(Se os dijo…; pero yo os digo…)

Una de las cosas para las que Jesús vino al mundo, fue para rectificar muchas cosas que no estaban en orden según la voluntad de Dios. Por eso, a veces, dice: “Se nos ha dicho… tal cosa; pero yo os digo… esto otro”. Jesús vino a marcarnos el camino. Él mismo dijo:”Yo soy el camino, la verdad y la vida”.

Si queremos que nuestra vida esté conforme a lo que Dios quiere de nosotros, sólo tenemos que fijarnos en Jesús: cómo actuaba, cómo pensaba, cómo sentía… Si queremos que nuestra vida responda a la verdad, y no sea una mentira, nos basta con imitar a Jesús en su relación con el Padre-Dios, y con la gente (principalmente los menos favorecidos). Si queremos marchar por el buen camino, no tenemos más que seguir las huellas de Jesús, que dejaron bien marcado el camino: un camino de confianza en el Padre, de amor a los más débiles, de humildad y sencillez…

Pero, al mismo tiempo que nos marcaba el camino con su ejemplo, nos iba enseñando muchas cosas que había que cambiar, porque pertenecían a un pasado, que no estaba en conformidad con los nuevos tiempos traídos por Jesús. Por eso repetía: “se os ha dicho”… pero eso ya no sirve. Ahora “yo os digo”…

Y ahí tenemos todo el Evangelio como regla de vida, como ejemplo a seguir, sin equivocación.

Y, a propósito del Evangelio, ¿hacemos de él un libro de lectura asidua y meditación frecuente? Yo creo que cada uno deberíamos examinarnos a nosotros mismos, para ver si el evangelio es nuestra norma de conducta. Pero para ello, hay que conocerlo . Y para conocerlo, hay que leerlo. Leerlo asiduamente, despacio, reflexionando, comparando nuestro modo de actuar, con lo que el evangelio dice.

Aunque leamos otras cosas, que nos puedan ayudar, deberíamos tener siempre a mano, y leer de vez en cuando el evangelio. Muchas veces no sabemos cómo actuar en alguna cosa o circunstancia. Veamos cómo actuaba Jesús en situaciones semejantes o complicadas. Y seguro que no nos equivocaremos.

Por otra parte, la rutina de la vida ha hecho que actuemos de una manera concreta, en cuestiones concretas. Pero, tal vez, llega el momento de dar un giro a nuestra manera de actuar en esto o aquello. Tenemos que volver a evangelizar ciertas zonas de nuestra vida, que, o no estuvieron nunca evangelizadas (es decir: conforme al evangelio), o bien se han des-evangelizado posteriormente, a lo largo de los años. Eso es lo que llamamos en términos tradicionales: la conversión. Conversión que es una actitud de toda la vida, y que nos irá marcando la lectura del evangelio.

Félix González

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