Domingo II de Cuaresma
(Este es mi Hijo, escuchadlo)
Las lecturas de este segundo domingo de Cuaresma arrancan con la llamada de Dios a Abrahán, invitándole a salir de su tierra, y prometiendo hacerle padre de un gran pueblo. Y la obediencia de Abrahán, ante aquellas palabras del Señor:”Sal de tu tierra y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostrare”. Abrahán se fía de Dios, aunque no sabe dónde le va a llevar aquella aventura. Por eso Abrahán es figura de la persona de fe, que confía y se fía de Dios, aunque no vea con claridad las cosas. Dios no falla; y el que se acoge a él, puede estar seguro de que ha llegado a buen puerto.
En la segunda lectura, de la carta a Timoteo, San Pablo invita a su amigo a tomar parte en los trabajos del Evangelio. Querer seguir a Jesucristo lleva consigo tomar parte en sus intereses, en los valores del Reino. No se puede decir que se es creyente, y no estar comprometido para que crezca ese Reinado de Dios en el mundo. Primero en sí mismo, y después en los demás.
Y el Evangelio nos habla de ese pasaje en que Jesús, en lo alto del monte Tabor, estando con sus tres discípulos más íntimos: Pedro, Santiago y Juan, se transfigura hasta volverse totalmente resplandeciente. Y se oye la voz de Dios Padre que dice: “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo”. Junto a él se hacen presentes Moisés y Elías; dos personajes que representan el Antiguo Testamento: el gran legislador (Moisés) y uno de los mayores profetas (Elías)
Jesús es el resumen de esos dos testamentos. Aquel a quien se anunciaba en el Antiguo, y en el que se cumplen todas las profecías en el Nuevo.
Las palabras del Padre son muy interesantes y aleccionadoras para nosotros y para las personas de todos los tiempos: “Escuchadle”.
Para seguir a Jesús, primero hay que escucharlo. Saber qué dice, qué nos dice…Hay que entender bien su mensaje para poder ponerlo en práctica. Hay gente que dice: “A mí Dios no me escucha”. ¿No habría que preguntar a esas personas, no será que eres tú quien no escucha a Dios? Escuchar a Jesús, el Hijo predilecto del Padre, significa ver que nos dice el evangelio sobre lo que Jesús dijo e hizo. Y ese será nuestra referencia a la hora de actuar.
Félix González
La oración, la meditación son el ámbito donde ‘la escucha’ ocurre.
Más allá del ¡óyeme! está la humildad del no oigo y quiero oír. El silencio es el medio.
Con palabras de Javier Melloni: “El silencio, más que ausencia de ruido externo, es ausencia de ruido interno, es decir, ausencia de ego. El ego es esa estructura psíquica y mental que hace que todo gire en torno a nosotros mismos, secuestrando la realidad en nuestra estrecha necesidad. Cuando logramos silenciarnos, se abre espacio en nosotros, lo cual permite percibir de otro modo la realidad. La espiritualidad es precisamente esta espaciosidad posibilitada por el acallamiento de la autorreferencia, un estado de apertura ante lo nuevo.”
Es una verdad como un templo, que lo que hace que no escuchemos,sea a las personas, sea a Dios, es nuestro “ego”. Cuando estamos muy llenos de nosotros mismos, lo de los demás no interesa o interesa poco.