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¿Cuándo empezó Jesús a preparar la Eucaristía? ¿Fue sólo en la celebración de la “última cena”? ¿Hubo unos preparativos previos? La respuesta es sí.

Jesús, a lo largo de su vida, tuvo una relación muy cercana, muy intensa y muy familiar con el grupo reducido de sus discípulos. Su comportamiento y sus enseñanzas, les iba preparando para los grandes acontecimientos del final de su vida. Y no sólo para su pasión, muerte y resurrección, sino, también, para otra serie de sorpresas que se se iban a producir en aquella cena de despedida: invitación a una vida de servicio a los demás, mandamiento del amor, el encargo de continuar haciendo lo mismo que él había hecho con el pan y el vino, “en recuerdo mío”(Eucaristía), etc.

Pero, para que la Eucaristía no se interpretase sólo como el milagro de su presencia real en el pan y el vino, sino que encontrasen en ella el verdadero sentido de toda la vida de Jesús, les fue preparando a lo largo de esos tres años de convivencia y vida común, para pudiesen desentrañar y entender todo lo que encierra de entrega y donación sin medida.

Por eso, aparecen, con tanta frecuencia, las comidas en común, el partir y compartir el pan, hablar del Reino de Dios como un “banquete”; todo eso y su insistencia no eran sino modos ejemplarizantes de lo que era su vida, hasta hacerse pan él mismo. Podían los apóstoles entender muy bien el sentido de la Eucaristía, porque conocían el gesto repetido, como algo muy propio de Jesús (recordemos cómo los discípulos de Emaús lo reconocieron, después de la resurrección, “al partir el pan”.

Esas comidas, ese pan compartido, no eran simples comidas rutinarias, sino que llevaban consigo una fuerte carga de simbolismo. Simbolizaban ya el pan de la Eucaristía, alimento para el camino, pero, también, signo de donación incondicional. Prefiguraban toda la vida de Jesús, su entrega. Una vida que se deja comer, hasta la entrega de su cuerpo y su sangre; la sangre de la Nueva Alianza, “que será derramada por vosotros y por todos los hombres”.

Por tanto, la Eucaristía comienza a prepararse, y de alguna manera hacerse realidad, en todas las actuaciones de Jesús, porque es su modo de actuar lo que le llevará a la Cruz. “Nadie tiene mayor amor que aquel que da su vida por sus amigos”. Y más todavía, si esa vida se entrega por sus enemigos, como es el caso de Jesús.

La Eucaristía, como la Cruz, no es un acto puntual en un momento de generosidad. No. Tanto una como la otra se han ido preparando a lo largo de la vida de Jesús, porque es toda la vida de Jesús lo que se encierra en ellas.

                                                                                                     Félix González

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