Corazones en red

Alguna vez me he preguntado, y mucha gente se hace la misma pregunta: ¿por qué regla de tres, los diputados y senadores son personas “aforadas”, es decir, que no caen bajo la órbita de los jueces ordinarios, como el común de los mortales?

Cuando, por la razón que fuere, se hace público que un Diputado o Senador ha sido encausado en un proceso penal, para poder continuar con el proceso, se requiere del cumplimiento de un trámite, el Suplicatorio, un privilegio sin sentido de los Diputados o Senadores.

El Suplicatorio es la herramienta de la que dispone el Derecho Procesal y Parlamentario español para garantizar la inmunidad establecida en el art. 71. De la Constitución Española, que dispone en su apartado segundo que “durante el período de su mandato los Diputados y Senadores gozarán asimismo de inmunidad y sólo podrán ser detenidos en caso de flagrante delito. No podrán ser inculpados ni procesados sin la previa autorización de la Cámara respectiva”.

Este privilegio no deja de ser absurdo. ¿Cuántas veces se oye decir, a unos y a otros, que todos somos iguales ante la ley? Mentira, mentira, mentira.

Un, entonces, alcalde de una ciudad importante, dijo en una ocasión, que “la justicia era un cachondeo”. Sin estar de acuerdo totalmente, sí que es verdad que, al menos, lo parece en ocasiones.

Y lo estamos viendo últimamente con demasiada frecuencia. ¡Hay que ver lo que le cuesta a la justicia encarcelar a los “ladrones de guante blanco”, los que se aprovechan del dinero público, dinero de todos, que tanto están proliferando últimamente en nuestro país; mientras que cualquier vecino de mi barrio, por un pequeño robo de cobre, u otro objeto, no demasiado valioso, es conducido inmediatamente al “trullo”. ¿Igualdad de la justicia para todos?

No sé si la culpa es de las leyes, de las triquiñuelas de los poderosos, o si es que, también, hay jueces más o menos corruptos (que ya es el colmo de los colmos). Pero sea lo que sea, lo cierto es que las cosas deben cambiar, para que podamos creer en la justicia, en esa “justicia para todos igual”.

                                                                       Félix González

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