Corazones en red

(“Este es mi Hijo amado. Escuchadle”)

El Tabor es un monte, en la baja Galilea, no muy lejos del Mar de Galilea. Tiene una altura de unos 600 metros sobre el nivel del mar. Allí es donde el evangelista Marcos, sitúa la transfiguración de Jesús, ante sus tres apóstoles preferidos: Pedro, Santiago y Juan.

Parece ser que Jesús, después de anunciar a sus discípulos cuál iba a ser el final de su vida: ser perseguido, muerto y resucitado, aquello de la persecución y de la muerte, no les había sentado muy bien. ¿Qué sería de ellos? Entonces, Jesús, para animarlos y para que vieran qe todo eso terminaría con una resurrección gloriosa, quiso darle un anticipo de esa gloria, transfigurándose delante de ellos en lo alto del monte Tabor, y en presencia de los dos grandes representantes del Antiguo Testamento; el profeta Elías y Moisés, el gran legislador.

Y surtió efecto en cuanto que se encontraron tan a gusto ante aquella visión, que quisieron quedarse allí para siempre. Será Pedro el que le dice a Jesús: Hagamos tres tiendas y nos quedamos aquí.

Pero en medio de esa visión resplandeciente, se oyó una voz, la del Padre, que decía:”Este es mi hijo. Escuchadlo”. Y eso era lo verdaderamente importante. Escuchar lo que Jesús había dicho, y lo que pudiera decir.

Y eso es también lo que a nosotros nos dice Dios: “Escuchadle”. Atended a lo que os dice. Gran parte de lo que dijo y nos dice, lo encontramos en el Evangelio. Y además, nos habla en medio de la oración, o por medio de algunas personas o acontecimientos.

Lo difícil no es que Jesús nos hable, sino que nosotros le escuchemos. Hay tanto ruido en nuestras vidas, tantas preocupaciones, tanto barullo, tantos intereses creados, que no nos queda ni tiempo ni posibilidad de escucharlo. Siempre tenemos prisa por hacer algo, olvidándonos que una de las cosas que necesitamos hacer, es el conversar con Jesús (la oración). Y no esporádicamente, de tarde en tarde, sino con frecuencia. Santa teresa decía que oración es “tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama”.

Y es tan importante la oración, que la misma Santa Teresa, dice, recordando una época en que no la hacía: “Por no estar arrimada a esta fuerte columna de la oración, pasé este mar tempestuoso, casi veinte años, con estas caídas”.

No olvidemos las palabras de Dios Padre, en el monte Tabor: “Escuchadle”. Pero para escucharlo hay que orar. Esta es una parte importante y necesaria de la Cuaresma.

                                                                         Félix González

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