Domingo III de Cuaresma
(Si la higuera se niega a dar fruto, córtala)
Esta parábola, la expuso Jesús para decirnos que tenemos que comprometernos por el Reino de Dios. Cuando un árbol frutal, en este caso la higuera, no da fruto, año tras año, se la corta para que no ocupe un lugar que podría ser para otro árbol que diera buenos frutos. El dueño de la higuera tiene paciencia, y espera para ver si algún día puede recoger los frutos, pero al ver que no los da, la mandará cortar. ¿Qué nos quiere decir Jesús con esta parábola de la higuera seca que no da fruto?
Dios tiene con nosotros una paciencia infinita. Espera y espera, que sepamos responder a lo que nos pide. Pero si no respondemos, la ayuda que nos presta irá destinada a otro que responda con más generosidad.
No podemos ser negligentes. Cada uno tenemos responsabilidades, dentro de la Iglesia, dentro del plan de Dios; y cada uno debe responder con interés y dedicación a esas tareas. Alguien puede argumentar que no tiene ningún cargo en la Iglesia, y, por lo tanto, no tiene ninguna responsabilidad. Falsa argumentación, porque todos estamos obligados a dar ejemplo, a ayudar al necesitado, a celebrar la gracia de Dios en los sacramentos, a cumplir las obras de misericordia, Y a evangelizar en su ambiente, en la medida de sus posibilidades.
Eso significa ser responsable como creyente, como miembro de una Iglesia.
Las cosas que tendríamos que hacer, y que por negligencia no hagamos, quedarán sin hacer, lo cual supone una gran irresponsabilidad. Seríamos como la higuera que no da fruto. Y como no queremos responder a las ayudas que Dios nos da, el Señor se las dará a otros que sepan dar el fruto que Dios espera.
El dueño de la higuera es comprensivo y paciente; permite que se la siga cuidando y regando durante un tiempo más. Pero hay un límite de espera. Perdida la esperanza, hay que arrancarla, y poner otra en su lugar.
Así es Dios, también. Muy paciente, muy comprensivo; pero también hay un límite. Y cuando llega, lleno de pena, la corta. ¡Es una llamada a la responsabilidad como personas, y como creyentes!
Félix Gonzáez
¿Cuánto tiempo más cavará a nuestro alrededor el dueño de tiempo?
Conocemos que mil años son un día para Dios, aunque se le escurra la noción a nuestra mente .
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De lo que nos habla Jesús, ciertamente, es del apremio para que el espectáculo de la humanidad, termine.
¡Hoy hemos visto la situación en la frontera entre Grecia y Macedonia!
La misma ciega sinrazón en el origen de estos refugiados, es la que pone alambres para que no pasen o la que dicta leyes para que los británicos no concedan ayudas y así acepten quedarse en Europa.
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¿Qué es el fruto sino mi fruto?
¿Cuál es la alambrada sino la mía?
Todo lo que vemos afuera ocurre dentro. Sí, en lo más interior de nosotros bulle la decisión de dar fruto. En cambio, nos miramos y vemos todas las ramas tronchadas. Ignoramos una y otra vez que la higuera está permanentemente en flor y solo tenemos que ir una a una (momento a momento) inhibiéndonos para que sea Cristo quien reviva nuestra incapacidad.
¡Solo por una vez! ¡Dejémosle ser una vez en nosotros! ¡Ya estamos en flor! ¡Él-en-nosotros es el fruto!
Bonito comentario. Esa es la realidad y una bella interpretación de la parábola. Viene bien, al caso, recordar las palabras de San Pablo, en la Carta a los Gálatas: “Ya no soy yo quien vive; es Cristo quien vive en mí”.
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