Corazones en red

(Que no tiemble vuestro corazón, ni se acobarde)

Jesús hace esta afirmación en el Evangelio: “El que me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él”. Y añade: “pero el que no me ama, no guardará mis palabras”.

Una de las recompensas más importantes por amar a Jesús y escuchar sus palabras, es la de sentirse interiormente lleno de Dios. Y este sentimiento se manifiesta, después, en nuestro actuar con los demás. Si de verdad Dios habita en nosotros, es decir, está con nosotros, dentro de nosotros, todas nuestras acciones serán buenas, porque Dios estará actuando en nosotros. Más tarde, dirá el Apóstol:”¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu Santo habita en vosotros?

No parece que los apóstoles entendieran bien todas las cosas que Jesús les decía o enseñaba; por eso les dice, que no se preocupen, que él les mandará su Espíritu Santo, que les aclarará todo lo que ahora no entienden: “El Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho, y no podéis entender todavía”.

Luego les deja la paz. Ese bien tan escaso en nuestros tiempos. La paz que es lo contrario a la guerra, al mal entendimiento. Esa paz que es fruto de la justicia. La paz que no es lo mismo que la coexistencia pacífica, que puede estar fundada en el miedo al otro. Por eso lo dice Jesús, él no da la paz como la da el mundo.

Y, al final de este discurso, trata de animarles. Están tristes, porque les ha dicho que se va al Padre, aunque no les dejará huérfanos:“Yo estaré con vosotros, todos los días, hasta el fin del mundo”. Pero no es igual.

Estas son, también, palabras de Jesús: “el discípulo no es más que su maestro”. Y si a él le mataron, ellos correrán el mismo riesgo. Pero no van a quedar abandonados, aunque sufrirán persecuciones y tendrán problemas.

Todas estas palabras de Jesús, tienen que ayudarnos a aumentar nuestra confianza en él. Si le amamos, sentiremos su amor, y su ayuda.

Pero hay un dicho castellano que reza así: “amor, con amor se paga”. Siempre somos amados por Dios. Y ojalá que también podamos decir que amamos a Dios, siempre y sobre todas las cosas, como reza el primer mandamiento de la Ley de Dios.

Félix González

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