Corazones en red

(…”pero lo nuestro es pasar. Pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar”)

Es el tiempo el que trae y lleva las cosas. Y todo es cuestión de esperar. Se pasó el curso, y llegó el verano; se pasaron las vacaciones, y llegó el trabajo; se pasó el verano y llegó el otoño; se pasó el calor, y llegará el frío. Y pasaremos nosotros, porque lo nuestro es pasar.

La Biblia, ese libro sabio, nos recuerda que hay:

 Un tiempo para nacer, y un tiempo para morir;
un tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar;
un tiempo para matar, y un tiempo para sanar;
un tiempo para destruir, y un tiempo para construir;
 un tiempo para llorar, y un tiempo para reír;
un tiempo para estar de luto, y un tiempo para saltar de gozo; 

un tiempo para esparcir piedras, y un tiempo para recogerlas;
un tiempo para abrazarse, y un tiempo para despedirse;                                                      

un tiempo para intentar, y un tiempo para desistir;

un tiempo para guardar, y un tiempo para desechar;

un tiempo para rasgar, y un tiempo para coser;                                                                      

un tiempo para callar, y un tiempo para hablar;

un tiempo para amar, y un tiempo para odiar;
un tiempo para la guerra, y un tiempo para la paz.

(Proverbios, 3, 1-8)

Todo pasa. Y nosotros vamos haciendo camino, que no desandaremos ya. Como los caminos en la mar, que el agua destruye al paso que se van haciendo. Así es lo efímero de nuestra vida. Al paso de los años, el recuerdo de nuestra existencia se va perdiendo. Hay tiempo de hacer camino, y tiempo de deshacer ese camino. Hay tiempo de recordar, y tiempo de olvidar. La historia solo retiene los grandes acontecimientos, o los grandes héroes. Lo cotidiano, lo rutinario, lo lógico, lo normal, tiene fecha de caducidad. Y, a veces, esa fecha es cercana.

Tenemos la facultad de recordar las cosas, las personas y los acontecimientos. Pero esa facultad, no es, siempre, tan duradera. Por eso hay cosas que recordamos y cosas que pasan al baúl del olvido (y no de los recuerdos).

Tal vez sea conveniente que sepamos olvidar. Hay cosas que no merecen ser recordadas, por no tener importancia en nuestra vida, o por ser dolorosas.

Félix González

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