El tipómetro de Steve Jobs
Vuelvo a la trinchera. Después de diez años de batalla en la comunicación institucional, regreso al campo de batalla de una redacción en la que hay, enmarcado y clavado a una columna, un tipómetro. Aquí, en mi nueva trinchera, esa ‘regla negra’ -cuyo nombre siempre olvidan mis hijos-, es de mirada obligada para aquel que entra.
En los bancos corridos de la facultad comenzamos a desentrañar este trozo de metal azabache que, para mí, tuvo real aplicación en la redacción del diario Ya, en Toledo, un verano de juegos olímpicos españoles. Para los que mamamos los fundamentos de esta profesión con un tipómetro entre las manos, en los tiempos en los que Steve Jobs todavía no había globalizado el famoso mordisco a su manzana, este instrumento ya inútil contiene buena parte de la esencia de lo que somos. Como intuíamos en aquellos tiempos universitarios, entre lo insustituible del Periodismo había dos cosas, ‘la verdad y un tipómetro’. O lo que es lo mismo, rigor al contar, y claridad al presentar.
Regreso a mi casa, al debate de los temas y el enfoque, a la selección y encuadre de la foto. Vuelvo al fango. Vuelvo a mancharme todos los días con la tinta de los acontecimientos, con la risa y con el llanto de la verdad, de la gente de verdad. Y para que no se me olvide lo que soy, tengo un tipómetro.
[Original escrito en Arial tipo 12. Palabras: 233. Caracteres sin espacios: 1078. Caracteres con espacios: 1310. Párrafos: 3. Líneas: 20.]
Enhorabuena, Javier. Por tu regreso al pie de la redacción, y por este txt o y este blog.
Muchas gracias. Para mí, desde luego, volver a la batalla diaria de una redacción está siendo fabuloso. Gracias por todo lo demás, aunque te recuerdo que la objetividad también debe ser ‘marca de la casa’ de cualquier comunicador.
¡’Bienvenido a la trinchera, compañero!, y estoy seguro de que volverás también a la frontera. ¡Suerte y al toro!. Un abrazo
Hola Javier,
Como nueva vecina de blog (el de Tirado) me he asomado a los alrededores y he tropezado con este comentario tuyo que me ha llegado al corazón. No sólo tipometro (¿cómo puede entenderse el peridismo sin un tipómetro?) sino algunos artefactos diabólicos, como por ejemplo algo llamado Repromaster. Yo me formé en lo que se llama “prensa femenina” y allí las ilustraciones y la maquetación mandan con mucho sobre los textos. De ahí la Repromaster dichosa. Escribíamos a máquina y en plantillas con el número de matrices ya pautado (no, no estoy hablando de la Edad Media, hablo de los primeros años noventa). Tantas matrices para el título, que solía ir en cuerpos gigantestos, tantas para el antetítulo, tantas para la entradilla y tantas para cada sumario.
Yo te juro que lo clavaba.
Por cierto, y perdona mi ignorancia (no estoy en la trinchera hace años) ¿En dónde estás ahora?
Saludos